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Morir en el Paraíso

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Cuando encuentro un lugar paradisíaco en alguno de mis viajes me maravillo de lo que ven mis ojos; los cierro y escucho, huelo, siento y en mi cerebro las neuronas, desbordadas de sensaciones placenteras, acaban siempre formando en mi mente el mismo pensamiento: "¡Cuánta paz, cuánta vida, cuánta esperanza, ojalá pudiera pasar mis últimos años en un Edén como éste....!"

Zona costera de la isla de Faial en el Archipiélago de las Azores.

Sí, amigos, morir en el Paraíso tiene que ser una experiencia maravillosa, el colmo de la felicidad. Sabemos que nuestro destino es morir. Nos da miedo hablar de esta verdad, pero por mucho que la rehuiamos no conseguiremos alejarla. Está grabada en nuestros genes de apoptosis, viaja con nosotros, es el billete de salida que llevamos todos al nacer incluido en el ADN.

Cuánta belleza, ¿verdad?

Así pues qué mejor que hacernos a la idea poco a poco, aceptar nuestro destino, sin entristecernos, sin angustiarnos, sin deprimirnos, viendo como crecen nuestras canas, nuestras arrugas, nuestra limitaciones, nuestra artrosis, nuestra presbicia, nuestra sordera, nuestra progresiva decrepitud, con serenidad, con humildad, sin enrabietarnos inutilmente, es decir, tan sencillo y tan difícil como MADURAR.

En la parte alta de estos acantilados crecen numerosos árboles y arbustos azorianos, como la faya hembra de la imagen, Myrica faya, presente también en el resto de islas de la Macaronesia..

Y mientras lo hacemos, mientras nos vamos preparando para cruzar el umbral de salida con dignidad, mientras vemos acercarse paso a paso el final inexorable de nuestro camino, disfrutemos a tope de la vida, de la sencilla cotidianeidad, de los cada vez más escasos paraísos, compartiendo sentimientos y vivencias, emocionándonos como niños con el ruido de la lluvia, el rugir de los truenos, la luz zigzagueante de los rayos, el rebrote de las plantas tras la hibernación, el inconfundible aroma a resina de pinares y abetales, la dulce fragancia de los trigales tostándose bajo el sol de julio, la tierra mojada tras un chubasco veraniego, los cálidos veranos llenos de luz, el vaivén eterno de las olas del mar, el correr de las nubes, la furia de los torrentes tras el deshielo, el grandioso espectáculo nocturno del firmamento, el renacer de un nuevo día, el ensangrentado ocaso, la caricia de la brisa, el empuje del viento, el inmaculado silencio de la nieve, el canto de las ballenas, el vuelo majestuoso del águila, la fidelidad inquebrantable de un perro, los sueños, las ilusiones, los anhelos, en definitiva, saborear el maravilloso regalo de la vida que nos dieron nuestros padres.


Algo semejante pensé cuando, recién llegado a las Islas Azores, deseé sentir y admirar la grandiosidad y la bravura del Océano Atlántico. Tras registrarme en el hotel y dejar la maleta en la habitación, cogí mi inseparable cámara fotográfica y salí a recorrer el diminuto puerto de la entrañable ciudad de Horta, capital de la Isla de Faial. Atravesé el humilde e inconfundible barrio de pescadores y al final de una angosta callejuela apareció ante mis ojos el ansiado espectáculo: una inmensa masa de agua azul turquesa azotando la costa con olas furiosas. 


Y allí, sobre la oscura arena volcánica, vi por primera vez en mi vida un cementerio de carabelas portuguesas, Physalia physalis. Si, amigos, ellas también habían deseado morir en un paraíso y lo habían conseguido con la ayuda de las olas. Las había a cientos. Yacían sobre la arena bajo un sol abrasador durmiendo su sueño eterno. El fantástico color azul violeta de su cuerpo hueco recorrido por una línea roja, su columna vertebral, brillaba con luz propia y les confería una belleza extraña, exótica, ultramarina, casi extraterrestre. Eran tan bonitas....


El calor de los rayos del sol dilataba el aire de su interior y amagaba con reventarlas. Sus larguísimos tentáculos venenosos desaparecían de la vista rebozados en arena. Intuí que no debía tocar aquellos seres alienígenas. Un instinto ancestral grabado en mi sistema límbico, mi cerebro primitivo, heredado del diminuto dinosario de sangre caliente que sobrevivió a la gran extinción del Cretácico hace 65 millones de años, me avisó del peligro. Un puñado de neuronas todavía vírgenes dejaron de serlo encantadas y guardaron aquellas fantásticas imágenes archivadas para siempre en mi memoria.


Sobre las rocas batidas por las olas crecía un helechito enamorado del mar, el Asplenium marinum, adaptado a las salpicaduras saladas y a la agradable calidez de la brisa marina. Su amor por el mar y su avidez por la sal son tan grandes que si se intenta cultivar tierra adentro sobre un sustrado dulce languidece y acaba muriendo.


Sus esporas son dispersadas directamente en el mar y las corrientes marinas las llevan a otras costas, otros paraísos, donde son sembradas por las olas en las grietas de las rocas.


Al día siguiente alquilé un coche Opel Corsa y me adentré en el interior de la isla. Nada más abandonar el casco urbano sobre la pared que bordeaba la carretera vi por primera vez en mi vida un helecho bellísimo que era una de mis asignaturas pendientes, el macaronésico Asplenium hemionitis. Mi corazón galopó raudo en mi pecho por la emoción y mi corteza cerebral se inundó de endorfinas de felicidad. Aparqué en la cuneta, cogí mi cámara y le saqué una docena de fotos para llevármelas como un tesoro.

Tal vez lo más bonito son sus soros, su sistema reproductor, de una simetría tan perfecta que parecen diseñados por un matemático.

 Bajo el indusio blanco que cubre cada soro se asoman los esporangios negros repletos de esporas que son dispersadas por el viento.

Tuve la inmensa suerte de poder ver y fotografiar a la única lagartija azoriana, Lacerta dugesii, que no es autóctona, pues procede de Madeira donde es muy abundante y llegó a las Islas Azores hace dos siglos viajando de polizón en los barcos mercantes que unían los dos archipiélagos portugueses. Es muy confiada y se deja fotografiar desde muy cerca.

Uno de los helechos más abundantes de las azores es el Polypodium azoricum, primo hermano del Polypodium cambricum del Mediterráneo y del Polypodium macaronesicum de las Islas Canarias y Madeira.

Este helecho diminuto endémico de las Islas Azores, el Asplenium azoricum, era el que más deseaba encontrar. Llevaba buscándolo durante varios días sin éxito. Una mañana muy temprano decidí explorar la falda norte del Monte Carneiro. El sol acababa de salir y las plantas estaban cubiertas de rocío. Aparqué el coche donde pude y fui escaneando las rocas que bordeaban el camino de subida al monte. Os aseguro que en cuanto lo vi supe enseguida que lo había encontrado, pues es casi idéntico a su hijo híbrido, el Asplenium azomanes, que vive en Andalucía, las Islas Baleares y el Rif marroquí.

La forma de las pinnas con su típica aurícula con 0, 1, 2 y hasta 3 soros en su interior y el grueso raquis negro como el azabache son típicos de todos los helechos descendientes del Asplenium anceps.

Sobre las rocas volcánicas del Monte Carneiro hay una abundante población de líquenes. El más llamativo es el que tiene forma de cabellera de nombre científico Roccella phycopsis. El otro más discreto de color gris verdoso pertenece a la especie Evernia prunastri.

Detalle de la Roccella phycopsis con sus típicos soralios discoidales, blancos y convexos sobre sus filamentosos talos.

La endémica Lysimachia azorica llenaba de florecillas de oro el sotobosque de Laurisilva.

La luminosa Scabiosa nitens ama la luz y crece en los claros de los bosques.

Cuesta creer que este escobillón de florecillas pertenece a un ciruelo. La ginja, ginjeira do mato o ginjeira brava, Prunus azorica, es prima hermana del Prunus lusitanica subsp. hixa de las Islas Canarias y Madeira.

Sus frutos rojos parecen pequeñas ciruelas claudias. Tienen la forma y el tamaño ideales para ser tragados por las palomas torcaces y otras aves frugívoras, que tras la digestión de la pulpa dispersan las semillas regurgitándolas o defecándolas lejos de la planta madre.

Los portugueses que poblaron las Islas Azores tras su descubrimiento se encontraron con bosques impenetrables de Laurisilva. La necesidad de conseguir alimentos les llevó a talar grandes extensiones de las mejores tierras para sembrar en ellas cereales y otras plantas alimenticias. La necesidad de madera para construir viviendas y embarcaciones, tras consumir la de los árboles autóctonos, les obligó a sembrar coníferas de rápido crecimiento en las tierras más pobres. La que mejor se adaptó al clima azoriano fue la Cryptomeria japonica, que en la actualidad se ha asilvestrado y ha formado bosques casi monoespecíficos donde no puede crecer ningún otro árbol, pues su hojarasca ácida es tóxica para la mayoría de plantas autóctonas, salvo para los helechos. Lo podemos constatar en esta imagen con numerosos helechos creciendo felices sobre el sustrato de hojas de cryptomeria en descomposición, entre ellos los endémicos Dryopteris azorica y Dryopteris crispifolia y el autóctono Culcita macrocarpa..

 Dryopteris azorica adulta en el momento de máximo desarrollo y esplendor para su especie.

Soros de Dryopteris azorica.


 Fronde gigantesca de Culcita macrocarpa. Este helecho, junto con la Woodwardia radicans, es uno de los más grandes de la Macaronesia.


Fronde nueva de Culcita macrocarpa. Está protegida con un abrigo lanoso para evitar su congelación por una imprevisible helada tardía. Su estructura en espiral sigue la Secuencia matemática de Fibonacci.

Una de las plantas más bonitas de las Azores es la Pericallis malvifolia, con sus flores de un bellísimo y luminoso color rosado ligeramente violeta.

Detalle de las flores de Pericallis malvifolia.

También existe la variedad de flores albinas.

Escaneando con la vista las rocas más húmedas me encontré con esta hepática, elAnthoceros punctatus.

Detalle de los filamentosos esporofitos maduros del Anthoceros punctatus, cuyos extremos se abren en dos y liberan las esporas.

El árbol endémico Vaccinium cylindraceum alegra los bosques de laurisilva con sus flores acampanadas.

Subiendo  hacia la cima del volcán llamado Caldeira do Faialsituado en el centro de la isla el bosque de laurisilva va siendo sustituido por un impenetrable brezal de la endémica Erica azorica. La estructura de su copa en forma de cúmulosestá perfectamente adaptada a la lluvia horizontal, de manera que cuando sube la brisa marina cargada de humedad se condensa sobre los cúmulos en forma de rocío de agua dulcísima que cae gota a gota como si de una verdadera lluvia se tratase y riega las raíces de estas fantásticas plantas tan inteligentes que con esta estrategia se procuran a si mismas el agua que necesitan.

En los claros de estos bosques milenarios crece la zarzamora Rubus flagellaris.

Cuando alcancé la cima del volcán apareció ante mis ojos un espectáculo grandioso, fantástico, inolvidable, el cráter de la Caldeira do Faial. Tiene la forma típica de los cráteres volcánicos. Parece una descomunal olla de roca. Si ampliáis la foto con un doble clic entenderéis la emoción que me embargó ante tanta belleza. En el fondo del cráter hay otro más pequeño y a la derecha un pequeño lago que recoge el agua de la lluvia horizontal.

Ladera interior del cráter con una vegetación exuberante.

 
 Enel borde superior del cráter crecen numerosas especies de musgos como el  Polytrichum juniperinum, que también está adaptado a condensar la humedad de la brisa marina y consigue así la humedad permanente que necesita.

Junto con los musgos, los líquenes, las hepáticas, los helechos y los arbustos azorianos que recubren como una alfombra el borde superior del crátercrece una planta diminuta de porte rastrero, la Daboecia azorica, cuyas flores llenan de color este trocito de paraíso.

Flores de Daboecia azorica.

Las Islas Azores, al igual que las Islas Galápagos, siguen creciendo a base de erupciones volcánicas, como la del Vulcâo dos Capelinhos, que vomitó lava y cenizas desde el 27 de septiembre de 1957 hasta el 24 de octubre de 1958 y agrandó la Isla de Faial en 2'4 km2 ganados al Océano Atlántico. Destruyó 300 casas y obligó a evacuar 2.000 personas que emigraron a los EEUU y Canadá. Así son los paraísos, así es la naturaleza, una eterna lucha entre la vida y la muerte, la formación y la destrucción, una alternancia y un reciclaje sin fin.




Injerto de Corona bajo bolsa de plástico

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Microcitrus australasica sobre patrón de limonero.

Hace un par de semanas la conservadora del Jardín Botánico de Sóller, después de ver la entrada de mi blog sobre el caviar vegetal, Microcitrus australasica, me envió un correo para pedirme que le ayudase a conseguir un ejemplar de este cítrico australiano, pues de los dos ejemplares que tenían en el jardín, uno había muerto y el otro estaba muy enfermo. 

Puesto que la mejor manera de reproducir este frutal es por injerto sobre otro cítrico y teniendo la experiencia previa de que el mejor pie o patrón es el limonero, anteayer compré un hermoso ejemplar en Viveros Puigserver de Sóller por 22 € y hoy he procedido a injertarlo.

 Etiqueta del limonero.

Después de regarlo copiosamente dos horas antes para que estuviera bien hidratado y la corteza se despegase con facilidad, he cortado todo el ramaje con unas tijeras de podar.

Como podéis ver el patrón es muy espinoso. Para injertarlo se hace preciso cortar las espinas.

Con unas tenazas para Bonsai que compré en una tienda especializada hace 28 años he cortado todas las espinas a ras del tallo. Con las mismas tenazas y el cuchillo de injertar he recortado las rebabas y la corteza aplastada del corte superior para sanear la herida.

Cajita del cuchillo de injertar que compré hace unos días en una ferretería. Ya tenía uno pero éste me gustó mucho y me dí el capricho.

Su precio no es excesivo.

El cuchillo plegado. Como veis cabe en la palma de la mano.

Sus dos componentes desplegados: en un extremo el cuchillo propiamente dicho con una hoja ideal para cortar la corteza del patrón y rebajar en bisel las púas y en el otro extremo una pequeña cuña que sirve para despegar la corteza con facilidad.

Tras sanear el corte superior he procedido a hacer un corte longitudinal de unos 5 ó 6 centímetros en la corteza del patrón.

A continuación he despegado la corteza con la cuña.

Ramitas de Microcitrus australasica rectas y sin ramificaciones ideales para injertar.

He fotografiado una hoja parasitada por el Minador de los cítricos, que también afecta a este cítrico. Por suerte numerosos insectos depredadores como avispas y escarabajos y varios pajarillos insectívoros se han especializado en alimentarse del minador y la plaga está controlada de una manera natural sin necesidad de fumigar con pesticidas.


 Trozo de ramita de unos 12 centímetros a la que he arrancado las hojas proximales dejando las tres distales para permitir respirar al injerto, pues se trata de una planta perennifolia que no reposa o hiberna en los meses más fríos. También he cortado las temibles espinas como agujas que impiden hacer el injerto.

 Con el cuchillo he rebajado en bisel la parte proximal de una ramita.

Detalle del corte en bisel.

Seguidamente he introducido la parte biselada en el corte longitudinal. Para que el arbolito resultante tenga una forma bonita le he hecho tres injertos que si agarran se transformarán en sus tres ramas principales.

Detalle de los tres injertos en Corona.

Paquete de cintas de plástico especiales para hacer injertos en árboles jóvenes.

Mismo paquete anterior que me costó unos 4 € en una ferretería. También lo venden en las cooperativas de agricultores.

Detalle de la cinta de injertar.

A continuación he procedido a atar fuertemente los tres injertos con una cinta, añadiendo posteriormente otra cinta para que el atado quedase bien hermético.

Para cerrar todas las heridas, tanto del patrón como del extremo de las tres estaquitas, he utilizado este excelente mástic de injertar que llevo usando desde hace 24 años con muy buenos resultados.

He embadurnado con mástic el corte superior del patrón y los extremos de las tres ramitas para que no pierdan agua y no se deshidraten. Al mismo tiempo esta pasta o mástic tiene propiedades fungicidas y evita infecciones por hongos.

Detalle del embadurnado con mástic, que al secarse adquiere la consistencia del plástico y cierra herméticamente todas las heridas.

Por último, al tratarse de un injerto de una planta de hoja perenne que no descansa en invierno y conserva las hojas, es necesario cubrir el injerto con una bolsa de plástico transparente a modo de pequeño invernadero, que mantendrá la humedad de las estaquitas hasta que el patrón y el injerto hayan unido sus tejidos y las ramitas de Microcitrus ya reciban agua y nutrientes del patrón.

Las bolsas para bocatas son ideales.

Colocación de la bolsa.

Atado de la bolsa por la parte inferior.

El limonero ya injertado. Es conveniente dejar la bolsa durante dos o tres semanas para dar tiempo a que se produzca la unión del cambium del patrón y las estaquitas. Unos días antes de retirar la bolsa le podemos hacer varios agujeros para que el injerto empiece a adaptarse a la ausencia de protección.

Si hay suerte y agarra bien, regalaré el nuevo Microcitrus australasica al Jardín botánico de Sóller. El Finger lime o Caviar cítrico crece vigorosamente injertado sobre limonero. Cuando las yemas de las estaquitas broten, añadiré aquí una foto para que lo veáis.

Me alegrará mucho verlo ya grande cuando visite el jardín.


¡Bendita sea la madre que me parió!

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Beata mater quae me genuit
Beneïda sigui la mare que em va parir
Benditaé a naique me deu
Bedeinkatuamaknoraspertzekomeda 
Benditaé a mãe quemedeu 
Bénie soitla mère quim'a enfanté
Blessed is themother who boreme
Selig istdie Mutter, diemich gebar
Benedetta è la madre che mi ha partorito
Gezegend isde moeder dieme te vervelen
Välsignadärmamman somföddemig 
Ευλογημένοςείναι η μητέραπου μεγέννησε
Herinimamaambaye alichukuamimi
Ferice demamacare maplictisesc

Esta imagen es propiedad de la web  Baby Monitor

Si amigos, mater, madre, mare, nai, amak, mâe, mère, mother, mutter, moeder, mamman, mháthair, matka, majka, майката, мать, мати,μητέρα, mama, mor, ... el vocablo, ya sea monosílabo, disílabo o como mucho trisílabo, se repite con escasas variaciones en practicamente la inmensa mayoría de idiomas descendientes del sánscrito indoeuropeo ancestral, la lengua original de la que proceden algunos de los idiomas más hablados de la Tierra. En el actual idioma hindi, heredero directo del sánscrito, la antigua palabra indoeuropea MÁTA (madre) ha dado lugar a "MÁDER". En el idioma armenio la palabra suena como MAIE. Incluso en árabe, cuando un niño quiere llamar a su madre, dice OM (mamá) que es un diminutivo de AMBA (madre). En lengua maltesa con una fuerte influencia del árabe la palabra es OMM. En algunos de los idiomas más hablados de África, como el swahili y el zulú, se repite la m, MAMA y UMAMA. En chino suena como MO, en vietnamita como ME y en coreano OMEÑ. Se repite pues invariable la M con escasas excepciones, como en el gallego actual en el que se ha impuesto el diminutivo coloquial NAI (mamá) procedente del latín vulgar matre con sustitución fonética de la m por una n, mientras que en su idioma hermano portugués se conserva la m MÂE. En otros idiomas también predomina la N, como en el tágalo de Filipinas, NANAY, en turco ANNE, en húngaro ANYA, etc, etc...

Pero no sólo compartimos vocablos parecidos para referirnos a la mujer que nos dio la vida. Nuestra madre nos enseñó la primera palabra de nuestro vocabulario para que supiéramos como llamarla, pero de ella obtuvimos mucho más que palabras. Heredamos 23 cromosomas, la mitad de su genoma y tambien otras cosas tan importantes como sus genes para sobrevivir: su metabolismo a través del cromosoma mitocondrial que sólo se encuentra en el óvulo femenino y sus microbios, si amigos, SUS MICROBIOS, su flora vaginal y calostral.

Cuando en un esfuerzo titánico consigue hacer pasar nuestra evolucionada y enorme cabeza humana y nuestros anchos hombros humanos por su estrecho canal del parto simiesco de mona en evolución, nuestro cuerpecito estéril queda impregnado con una muestra completa de los microbios simbiontes de su vagina, es decir, obtenemos de ella nuestra primera flora cutánea, que vivirá sobre nosotros durante toda nuestra vida, nos dará nuestro olor personal característico igual al de nuestros hermanos y nos defenderá del ataque y/o invasión de microorganismos patógenos. 

Nuestros microbios maternos han evolucionado con nosotros y sobre nosotros durante millones de años, forman parte de nuestro ser, sin ellos no podríamos sobrevivir. Formamos una simbiosis perfecta. A cambio de su protección nosotros les alimentamos con nuestro sudor, nuestra grasa cutánea, nuestras células descamadas. De ahí que una higiene exagerada y obsesiva de nuestra piel sea más un inconveniente que una ventaja. Debemos lavarnos con regularidad pero dejando siempre una muestra de microbios suficiente para mantener una flora cutánea equilibrada y SANA. La higiene excesiva destruye nuestra flora y favorece la invasión de microorganismos inadecuados, algunos claramente agresivos para nuestra piel. Tras una ducha normal en la que se elimina entre un 40 y un 80% de nuestra flora cutánea simbionte, en pocas horas nuestra piel vuelve a ser colonizada por los microorganismos que han sobrevivido escondidos en nuestras glandulas sudoríparas, sebáceas y apocrinas y recuperamos de nuevo el equilibrio y la protección. 

Como os decía nuestra piel tiene un olor personal y característico que depende mucho de la proporción entre los diferentes microorganismos simbiontes que la forman heredados de la vagina de nuestra madre. Pero lo que huele no son nuestros microbios, son sus deyecciones, las sustancias de desecho que ellos eliminan tras alimentarse de nuestras secreciones sudoríparas y sebáceas y de nuestras células cutáneas muertas, que por si mismas son prácticamente inodoras a nuestro atrofiado olfato humano, pues no somos capaces de oler de una manera consciente nuestras feromonas humanas. Los animales menos evolucionados, que conservan un rinencéfalo poderoso, sí huelen sus feromonas y lógicamente también las nuestras, como ocurre con nuestros perros y gatos domésticos, que nos reconocen perfectamente sin necesidad de vernos ni oírnos por nuestro olor personal y sobretodo por nuestras feromonas personales. 

 Esta imagen es propiedad de la web Beauty and the Chameleon

Y hablando de animales, las hembras reconocen como propios a sus hijos por su olor característico, el mismo que desprende su propia vagina. El ejemplo más típico es el de las manadas de ñúes, cebras, búfalos y gacelas. Cada hembra reconoce sin ninguna duda a su propio retoño, aún estando rodeados por miles de otros retoños. Nada más nacer, tanto la madre como el hijo casi lo primero que hacen es olerse mutuamente para grabar en su memoria la impronta de su olor. Cuando durante las migraciones un potrillo de cebra se separa de su madre y la busca desesperado entre las miles de hembras de la manada, todas al olerlo lo rechazan a veces con violencia, incluso si ellas mismas han perdido a su propio hijo. La madre lo busca con la misma angustia oliendo a todas las crías que se encuentra, pero no acepta ninguna que no huela como su potrillo. 

Lógicamente con el paso de los años la flora cutánea de una persona va cambiando sutilmente por la interacción con otros humanos. Así por ejemplo los dos miembros de un matrimonio llegan a compartir exactamente la misma flora cutánea y también su olor personal, que comparten también con sus hijos. Seguro que muchos de nosotros hemos notado como todos los miembros de una misma família parecen oler igual y no es debido al gel de baño que comparten, sino a sus microbios simbiontes. 

Es muy típico el tópico de que las mujeres tienen un sexto sentido, una intuición especial, un olfato peligroso y la verdad es que es muy cierto. A pesar de tener el rinencéfalo practicamente tan atrofiado como los hombres, conservan, como hembras-madre que son, la capacidad olfativa suficiente para reconocer a sus hijos por su olor, aún no siendo conscientes de ello, como tampoco son conscientes del motivo por el que sospechan que su marido les ha sido infiel al detectar una sutil diferencia en su olor personal por haberse "contaminado" con la flora cutánea de alguna amante.

Y no acaba aquí la generosidad de nuestra madre. Tras soportar con paciencia y resignación los nueve meses de embarazo con todas sus innumerables molestias: náuseas, vómitos, reflujo gastroesofágico, polaquiuria, mareos, lumbalgias, ciatalgias, varices, hemorroides, estrías y las dolorosas patadas del feto contra el hígado, la vesícula biliar, el estómago y los riñones una vez se ha dado la vuelta y se ha colocado cabeza abajo a la espera de ser expulsado, viene el doloroso parto, mucho más penoso y difícil que el de cualquier otra hembra de mamífero, pues por desgracia la evolución de nuestro gran cerebro y nuestros amplios hombros va unos pasos más adelantada que la evolución de los huesos de la pelvis femenina y ello ocasiona que sea muy complicado hacer pasar el feto por el estrecho canal del parto. Deberán transcurrir algunos cientos de miles de años más para que la pelvis de las hembras humanas se ensanche lo suficiente y deje de ser muchas veces mortal para ellas algo tan natural como parir hijos. Todo llegará. También en unos cuantos milenios perderemos la capacidad simiesca de separar los dedos de los pies, los cuales se harán cada vez más cortos y las muelas del juicio dejarán de atormentar a nuestros descendientes, desapareciendo para siempre de las mandíbulas humanas. Es también más que probable que los machos humanos sean cada vez menos velludos y que la barba acabe desapareciendo de sus caras, al no ser necesaria su función de carácter sexual secundario identificativo de su madurez reproductiva. 

Como os decía la generosidad de nuestra madre va más allá de engendrarnos, parirnos y regalarnos nuestra primera flora cutánea. Durante el embarazo las glándulas mamarias se van preparando para alimentar al hijo que va a nacer, pero no se limitan a producir leche sin más, sino que la enriquecen con anticuerpos para que el recién nacido pueda defenderse del ataque de los microbios patógenos más frecuentes que se va a encontrar fuera de su madre y también, incluida en la primera leche o calostro, le regala su primera flora digestiva muy rica en lactobacilus simbiontes, que poblarán su boca y todo su tubo digestivo hasta el ano, le ayudarán a digerir la leche haciéndola más asimilable y le protegerán del ataque de microorganismos patógenos que pretendan invadir su boca y sus intestinos.

Maravillosas nuestras madres, ¿verdad?


Zaragoza, con el Ebro y el Pilar, era una de mis asignaturas pendientes

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Y encima la conocí acompañado de personas fantásticas

Este pasado enero Antonio Ordoñez me invitó a la Asamblea Nacional de Biodiversidad Virtual casi con timidez, como si esperase un nuevo NO por tercer año consecutivo. Desde mi última negativa del año pasado casi no me había dirigido la cyber-palabra, sin duda ofendido por mi reiterado desprecio. Esta vez sin embargo le contesté que me lo pensaría, que hablaría con Matilde, la coordinadora territorial en Baleares. Fue ella quien al final me añadió a la lista de asistentes. Cuando Antonio, Vicepresidente de la Plataforma ciudadana Biodiversidad Virtual y Director del proyecto Fotografía y Biodiversidad, me vio en la lista, no tardó en felicitarme por mi decisión. 

Unos días después recibí un nuevo correo suyo con una petición: "¿Nos escribirías algo en forma de cuento para rememorar el millón de fotos para la revista BV News 8?"¿Un cuento infantil?, vaya compromiso, nunca he escrito un cuento para niños. - pensé yo. "Lo intentaré y si sale algo medio potable te lo digo." - le contesté a los pocos minutos sin mucha convicción.  

Me senté ante el ordenador, abrí una ventana nueva de Word y me pasé veinte minutos escribiendo y borrando palabras. No me venía la inspiración. ¡Qué difícil! "A ver, tío, ponte tranquilo, intenta pensar como un niño, en cómo les contarías a un grupo de pequeñines lo del millón de fotografías." Llené mis pulmones a tope para cargar el cerebro de oxígeno y de pronto me vino una idea. "Ya está, humanizaré a los seres vivos y les haré hablar como si compitieran entre ellos por ganar un concurso."Lo escribí de un tirón, les mandé el texto a los "jefes" y les gustó. Lo podéis leer junto a otros temas muy interesantes acompañados de excelentes fotografías en la última revista editada por la plataforma ciudadana. Os va a gustar. Aquí tenéis el enlace: BV News 8


La Catedral de Nuestra Señora del Pilar se me antojó un edificio bellísimo. Le noté un cierto aire oriental y a la vez árabe, como si fuera una mezcla de arquitectura barroca, rusa ortodoxa y mudéjar.


Su situación a escasos metros del Ebro acrecienta su belleza. Aquel domingo de marzo el cielo estaba nublado. De haber estado despejado, la foto de la Basílica-Catedral, sobre un fondo azul celeste e iluminada por los poderosos rayos del sol de primavera, sería todavía mucho más hermosa.


El Ebro estaba calmo y sus aguas reflejaban el gris del cielo con una ligera tonalidad verdosa por su riqueza en algas.


Espectacular puente de piedra que une las dos riberas del río. Siempre me han gustado los puentes, tal vez por su función de unir, enlazar, hermanar.


Aquel domingo, tras permanecer encerrados toda la jornada del sábado escuchando las ponencias y debates de la Asamblea, los dos "jefes" supremos, el presidente de la Plataforma José Manuel Sesma y el director del Proyecto Antonio Ordóñez, idearon una divertida gymkana fotográfica por las calles de Zaragoza en la que los casi 80 asistentes a la asamblea, divididos en grupos, debíamos fotografiar a un turista japonés, a una mañica vestida con el traje tradicional, la calva, la oreja y la planta de un pie desnudo de un contrincante, tres aves, tres mamíferos, tres plantas, tres invertebrados, el grupo saltando, el grupo con cara de pánico, el grupo bailando una jota, etc... Nos divertimos mucho. Tal vez lo más difícil fue encontrar un auténtico japonés. Todos los orientales que encontrábamos eran chinos o coreanos. En esta imagen, junto a la limpísima agua del Ebro, podemos ver a Matilde Martínez y a Amonio David buscando un gato para hacerle una foto. En una ciudad tan grande ningún grupo fue capaz de encontrar un minino. Sólo encontramos perros.


Detalle del puente con este saliente en forma de espigón que le da estabilidad y divide en dos la corriente del agua para que no empuje tanto los pilares de la estructura.


Detalle del saliente anterior con las piedras talladas perfectamente encajadas sin ninguna argamasa. Se ven numerosas gramíneas enraizadas entre las piedras. Esta forma de construcción sin cemento recuerda a las pirámides egípcias, incas y mayas y a la mítica ciudad camboyana de Angkor.


Mientras le sacaba estas fotos una avecilla negra con el pecho blanco se posó sobre la punta del espigón. 


En las riberas del Ebro crecen numerosos árboles adaptados a vivir con las raíces encharcadas por las aguas del río: álamos, abedules, olmos, etc... Mientras buscábamos japoneses y gatos vimos unas extrañas agallas en las ramillas de este chopo.


A diferencia de las agallas de los robles que suelen ser perfectamente esféricas, las de la imagen eran verrugosas con un aspecto repulsivo, como si de un tumor vegetal se tratase.


Agallas del chopo zaragozano, que vienen a ser un crecimiento anómalo y exagerado de las inflorescencias del árbol, provocado por las hormonas segregadas por la larva de un insecto de nombre científico Cortinaria tiliarum, que pica los capullos florales antes de su maduración, les inyecta hormonas de crecimiento tisular y de esta manera consigue que las inflorescencias crezcan como se ve en la imagen. En el interior de la agalla y protegida por ella la larva se alimenta de los tejidos de la misma y luego, tras la metamorfosis, agujerea el amasijo tumoral y emerge como adulto.


Detalle de los tejidos de la agalla. Su aspecto es realmente repulsivo. Ignoro qué son estas manchas amarillas: ¿polen?, ¿heces de la larva?, ¿sobreinfección de la agalla por algún hongo? Espero la respuesta de un experto.

Y aquí tenéis unas cuantas fotos de la Asamblea, algunas "robadas" a sus legítimos propietarios, que espero que no se enfaden:


Escuchando las ponencias y debates el sábado 29 de marzo. Creía que las nueve horas de asamblea me resultarían muy aburridas e interminables y fue todo lo contrario. Todas las intervenciones fueron tan amenas e interesantes que las horas me pasaron volando y me supieron a poco.


Antonio, no sabes cómo te agradezco tu insistencia para que acudiera a la asamblea. Conoceros fue para mí todo un placer y un privilegio. Sois todos fantásticos y como a mí me gusta decir, gente sanota, muy sanota. Te lo dije en Zaragoza y lo quiero repetir aquí: "Jamás aceptéis ayudas, donaciones o subvenciones de nadie. Es mucho mejor permanecer pobres, dignos y libres, que ricos, esclavos y de rodillas." En la imagen, sosteniendo a la mantis Bivi, la mascota de Biodiversidad Virtual, de izquierda a derecha Antonio Ordóñez, Teresa Ajenjo, José Pascual González y Antonio De La Nuez Latorre.


En la cena del sábado en un asador del centro de Zaragoza platicando amigablemente con Matilde Martínez y César Lopezosa.


En una amplia plaza de Zaragoza con José Manuel Sesma, el presidente de la Plataforma Ciudadana.


Paysandisia archon, la mariposa austral que vino de polizón desde el Río de la Plata

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Es el terror de las palmeras aunque no tan mortífera como el picudo rojo asiático.

El entomólogo que la describió en el año 1880, el alemán nacionalizado argentino Karl Hermann Konrad Burmeister, le dio el nombre de una de las principales ciudades uruguayas, Paysandú, ubicada en la ribera este del Río Uruguay que hace frontera con Argentina y se une al Río Paraná para formar el Río de la Plata, el más ancho del mundo. A ambos márgenes de este río y en el territorio drenado por sus dos afluentes (Norte de Argentina, Uruguay, Paraguay y sur de Brasil) vive la Paysandisia archon, alimentándose de las palmeras rioplatenses autóctonas, como Butia yatay, Trithrinax campestrisy Syagrus romanzoffiana. En su hábitat natural sudamericano es considerada una mariposa más bien escasa, controlada eficazmente por sus depredadores naturales que han evolucionado con ella durante millones de años.

Hoja de Livinstona chinensis con las marcas en abanico típicas de la infestación por la oruga barrenadora de las palmeras.

En el año 2001 fue detectada su presencia por primera vez en Europa, concretamente en Francia, en palmeras importadas desde Sudamérica que fueron plantadas en diferentes lugares del país galo. Unos meses después algunas hembras fecundadas lograron atravesar los Pirineos y depositaron sus huevos en palmeras de Gerona. En el año 2002 se descubrió su presencia en algunos jardines privados de Sussex en Inglaterra, tal vez por haber comprado las palmeras infestadas en el vivero francés que las importó o bien a través de algunas hembras fecundadas que consiguieron atravesar el Canal de la Mancha. Desde las palmeras infestadas de Gerona en el mismo año 2002 algunas hembras volaron hasta Valencia y Alicante y atravesaron el mar hasta alcanzar la costa de Mallorca. En esta isla balear la infestación alcanzó gran virulencia en un jardín privado de la península de Formentor. Poco después se detectó su presencia en Italia. El suave clima mediterráneo es por tanto ideal para esta especie invasora.

Detalle de la hoja anterior.

Otra hoja de Livinstona chinensis que fue mordisqueada por una oruga de Paysandisia archon.

Detalle de la marca en abanico de la hoja anterior.

Algunas palmeras son capaces de defenderse del ataque segregando sustancias hormonales inhibidoras de la metamorfosis de las orugas en fases tempranas de su desarrollo, impidiendo así que alcancen el estado de ninfa o pupa, lo que las obliga a permanecer en estado larvario hasta que finalmente mueren.

Cicatrices en el pecíolo de una hoja de Livinstona chinensis. Llaman la atención el grosor y profundidad crecientes de las cicatrices al ir aumentando de tamaño la oruga a medida que se alimentaba del pecíolo y se adentraba hacia el cogollo tierno de la palmera.

Detalle de la cicatriz más gruesa y profunda, donde finalmente murió la oruga sin alcanzar el estado de ninfa o pupa al ser inhibida su metamorfosis por las sustancias con efecto hormonal segregadas por la Livinstona como mecanismo de defensa. En la actualidad la palmera está bien sana y brota vigorosamente hojas nuevas sin ninguna cicatriz. No ocurrió lo mismo con mis cuatro Trachycarpus fortunei de 25 años, a los que me vi obligado a talar y quemar precipitadamente hace dos años al advertir en ellos una grave infestación. En sus cogollos había cientos de orugas y ninfas a punto de metamorfosearse en mariposas. Fue una gran suerte detectar el problema a tiempo y erradicar de raíz el foco. A día de hoy ninguna otra palmera de mi jardín presenta síntomas sospechosos de infestación.

Oruga de Paysandisia archon.

Detalle de la boca barrenadora de una oruga y de sus tres pares de patitas.

Cuando la oruga alcanza la madurez fabrica un capullo con fibras masticadas de la propia palmera, al que luego forra por dentro con seda y se transforma en pupa o ninfa. Unos 30 días después emerge como mariposa adulta.

Detalles de la ninfa.

Mariposa de Paysandisia archon de sexo masculino. La hembra suele ser más grande.

Parte inferior de la mariposa anterior.

Paysandisia archon macho con las alas desplegadas.

En nuestras latitudes la oruga barrenadora de las palmeras ataca las siguientes especies:

Chamaerops humilis (autóctona del Mediterráneo)
Phoenix canariensis
Phoenix dactylifera
Trachycarpus fortunei
Livistona chinensis
Butia yatay
Trithrinax campestris
Syagrus romanzoffiana
Butia capitata
Washingtonia filifera
Washingtonia robusta
Phoenix reclinata
Phoenix roebellini
Phoenix sylvestris
Brahea armata
Brahea edulis
Livistona australis
Livistona decipiens
Livistona saribus
Sabal minor
Sabal palmetto
Sabal mexicana.

Esperemos que muchas de ellas, como la Livinstona chinensis, sean capaces de defenderse segregando sustancias hormonales inhibidoras de la metamorfosis y consigan sobrevivir a esta peligrosa plaga sudamericana que se suma a la mucho más agresiva plaga asiática del picudo rojo. Lo más preocupante es la infestación de nuestra pequeña palmera autóctona, Chamaerops humilis.



Entre MAMAS y MAMONAS anda el juego

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Mamas brevas: la primera cosecha del Ficus carica

Según explica en un excelente artículo el biólogo Manuel Bernal Gálvez, el mejor experto en higos e higueras de España, las higueras silvestres mediterráneas, los cabrahigos o cabrahigueras, tienen tres tipos de frutos o siconos: mamas, prohigos y mamonas. Estos curiosos nombres se los dieron los árabes que desde su origen en Oriente Próximo difundieron el cultivo de la higuera por todo el Mediterráneo. Junto a las palmeras datileras, las moreras, los granados, los albaricoqueros, los manzanos y las vides, las higueras embellecieron los míticos Jardines Colgantes de Babilonia, un paraíso terrenal considerado una de las siete maravillas de la antigüedad.

Mama de cabrahigo llena de flores femeninas transformadas en agallas por contener cada una de ellas una larva de la avispilla polinizadora, Blastophaga psenes. (Foto hecha hoy mismo)

Teniendo en cuenta que todas nuestras higueras cultivadas proceden de antiquísimas mutaciones espontáneas originadas en las semillas de los primitivos cabrahigos, cabría esperar en todas ellas una floración similar a su ancestro, pero la realidad no es así.

El cabrahigo es monoico, presenta flores masculinas y femeninas sobre el mismo árbol, aunque sólo en una de sus tres floraciones, la de la primavera, cuyos siconos reciben el nombre de prohigos. Las higueras cultivadas, en cambio, sólo contienen flores femeninas en el interior de sus siconos, ya sean brevas o higos y además sus flores pueden ser perfectas, necesitando ser polinizadas para madurar los frutos o bien partenocárpicas, capaces de madurar los frutos sin necesidad de polinización.

Agallas de la mama anterior.

Detalle de las agallas anteriores en diferentes estadíos de desarrollo por haber sido parasitadas por la puesta de varias avispillas en días sucesivos.

Se podría decir que el ciclo empieza a finales de abril cuando los prohigos inician su floración y las hembras fecundadas de la avispilla polinizadora de las higueras, la Blastophaga psenes, salen de las agallas contenidas en los siconos llamados mamas, dentro de las cuales han permanecido en hibernación durante todo el otoño e invierno y vuelan hacia los prohigos, se introducen en ellos a través del ostíolo, ponen sus huevos en las flores femeninas, que son de estilo corto o brevistilas como en las mamas y mamonas, las cuales una vez parasitadas se transforman en agallas carnosas para alimentar a la larva y unas semanas después, en junio, nacen en primer lugar los machos que poseen un órgano copulador enorme. Buscan las agallas que contienen una hembra todavía en plena metamorfosis, inmadura aunque ya receptiva, copulan con ella (literalmente la violan) y una vez han fecundado todas la hembras se dirigen hacia el ostíolo y lo abren para que cuando emerjan las hembras aladas puedan salir sin problemas. Una vez han finalizado su misión los machos mueren.

Prohigo de una cabrahiguera que nació de una semilla en el lecho de un torrente de Mallorca. Se ven claramente las flores masculinas rodeando el canal de salida hacia el ostíolo. Las flores femeninas brevistilas o flores-agallas destinadas a contener los huevos y las larvas de la avispilla recubren la cavidad interior del prohigo.

 Otro prohigo de la misma cabrahiguera.

Detalle del prohigo anterior.

A finales de abril las flores femeninas ya han madurado y esperan a que entre alguna avispilla procedente de una mama para que deposite sus huevos en ellas. Entonces se transformarán en agallas y cuando las larvas hembras de la avispilla, tras ser fecundadas por los machos, acaben su metamorfosis, saldrán de las agallas y se dirigirán hacia el ostíolo. La cabrahiguera detectará que están a punto de salir las avispillas mediante sensores químicos y entonces madurará rápidamente los estambres de las flores masculinas. De esta manera las avispillas al pasar sobre ellas de camino hacia la salida quedarán embadurnadas de polen y volarán así hacia las mamonas para fecundar sus flores femeninas.

   A-- MAMAS (sólo flores femeninas brevistilas)
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       B-- PROHIGOS(flores femeninas brevistilas y flores masculinas)
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      C-- MAMONAS(sólo flores femeninas brevistilas)
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                                 A-- MAMAS(inicio del siguiente ciclo)
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    V

Cuando unos días después nacen las hembras ya fecundadas, salen por el ostíolo y vuelan hacia la siguiente fructificación del cabrahigo, la tercera del año, cuyos siconos reciben el nombre de mamonas. Como en las mamas, las mamonas sólo contienen flores femeninas de estilo corto, brevistilas, adaptadas por evolución simbiótica a contener los huevos y larvas de la avispilla. Cuando las hembras salen de los prohigos pasan forzosamente por encima de los estambres de las flores masculinas cargadas de polen que están alrededor del ostíolo, los granos de polen se les pegan al cuerpo y vuelan así llevando encima los genes del cabrahigo hacia las mamonas del mismo u otro cabrahigo, entran en ellas y depositan los huevos en las flores brevistilas, pero no en todas, de manera que unas se transforman en agallas y otras son fecundadas por el polen llevado allí por la avispilla y producen una semilla viable de cabrahigo.

 
Mama-breva de la higuera norteafricana de origen bereber, ampliamente cultivada desde la antigüedad en todo el norte de Africa, Canarias, Baleares y sureste de la Península Ibérica, llamada Argelina, que produce unos higos tardíos deliciosos con numerosas semillas viables y unas mamas-brevas como la de la foto que algunas veces llegan a madurar, aunque su sabor no es demasiado dulce y la textura ligeramente acartonada o correosa, por la presencia de agallas mezcladas con flores femeninas longistilas partenocárpicas que maduran bien y le dan un cierto dulzor y blandura a la mama-breva. La higuera Argelina que me traje del Pico del Teide és pues un semicabrahigo. (Foto hecha hoy mismo)

 
Flores agallas brevistilas y flores longistilas partenocárpicas en esta mama-breva de la higuera de raza Argelina.

Detalle de las flores-agallas y flores femeninas partenocárpicas del semicabrahigo de raza Argelina anterior.

Mama-breva de raza Argelina ya madura en junio. Sorprende el color morado-azulado del tejido esponjoso que rodea las flores.

Detalle de las agallas y las flores partenocárpicas rojas y jugosas.

Y ahora viene lo más curioso de todo el proceso. Algunas avispillas fecundadas procedentes de un prohigo no encuentran en su vuelo ningún cabrahigo con mamonas receptivas y entonces se meten en los siconos veraniegos de las higueras cultivadas, ya sean uníferas o bíferas, que hacen las veces de mamonas, y fecundan sus flores femeninas de estilo largo, longistilas, tanto femeninas perfectas como partenocárpicas, con el polen del prohigo de un cabrahigo, pero no pueden meter su ovipositor por el largo estilo, con lo que la puesta es imposible. Tras probar con múltiples flores la avispilla acaba muriendo sin haber puesto un solo huevo pero deja el polen procedente del cabrahigo, que fecundará las flores dando lugar a abundantes semillas viables, que serán la siguiente generación.

En agosto esta higuera norteafricana bereber produce unos higos grandes y jugosos con saber a fresa. Se corresponden con las mamonas del cabrahigo y contienen abundantes semillas viables.

Tenemos pues semillas procedentes de las flores femeninas brevistilas de las mamonas del cabrahigo, con el 100% de genes de cabrahigo, que si llegan a nacer darán lugar en todos los casos a otro cabrahigo y por otro lado semillas de las flores longistilas, ya sean femeninas perfectas, que necesitan ser fecundadas para dar frutos comestibles y por tanto semillas viables o femeninas partenocárpicas cuyos frutos maduran sin necesidad de ser fecundadas, aunque en el caso de que lo sean también darán lugar a una semilla, en este caso híbrida, que si llega a nacer dará lugar a un semicabrahigo, a un cabrahigo o a una higuera, bífera o unífera como su madre cultivada.

Mama-breva de higuera de la variedad Napolitana blanca del sur de Italia.

Corte de la mama-breva anterior. Todas las flores son longistilas. Sospecho que en este caso se trata de flores femeninas perfectas, que necesitan ser polinizadas para madurar los frutos, como las higueras de Esmirna, aunque al no haber todavía en abril prohigos con flores masculinas con polen que puedan fecundarlas, no se desarrollan y las mamas-brevas acaban cayendo medio secas. La higuera Napolitana Blanca no es pues un semicabrahigo como la Argelina, sino una verdadera higuera de Esmirna con el 100% de flores femeninas perfectas no partenocárpicas.

Detalle de las flores femeninas longistilas anteriores.

 Avispilla muerta de Blastophaga psenes en el canal que lleva al ostíolo. No se le aprecian alas, así que se trataría de una avispilla vieja procedente de una mamona del año anterior que murió tras realizar la puesta en esta mama en agosto-septiembre. (Foto hecha hoy mismo)

 En agosto la higuera Napolitana blanca madura unos higos deliciosos y muy jugosos con bastantes semillas viables.

Como podéis deducir la descendencia de una unión genética entre un cabrahigo y una higuera cultivada puede dar lugar a multitud de posibilidades combinatorias, dependiendo del origen híbrido o mutante de la madre higuera.

Así tendríamos:

1-Cabrahigos perfectos con flores agallas de estilo corto en los tres tipos de siconos.

2-Semicabrahigos que producen mamas, similares a la brevas de primera cosecha, con flores femeninas agallas y flores femeninas partenocárpicas, que no suelen llegar a madurar y en agosto-septiembre una segunda cosecha de higos que maduran perfectamente, como la higuera Argelina de las imágenes.

3-Higueras uníferas que en abril producen mamas con flores longistilas femeninas perfectas que no llegan a madurar, por necesitar el polen de los prohigos que todavía no han florecido. Serían higueras de Esmirna. A finales de verano o principios de otoño dan una cosecha de higos de gran calidad repletos de semillas que les dan un bouquet a avellanas o nueces tostadas delicioso. La higuera Napolitana Blanca sería un ejemplo.

4-Higueras uníferas que no producen mamas, solo una cosecha de mamonas en verano-otoño. Pueden ser higueras de Esmirna con flores femeninas perfectas que necesitan ser polinizadas para madurar los frutos o bien higueras partenocárpicas que no necesitan el polen. Serían de este tipo las higueras Burjassot blanca y negra,  Coll de Dama blanca y negra, Martinenca, Galantina, etc...

5-Higueras bíferas que producen dos cosechas: una primera de brevas similares a las mamas y una segunda de higos. Ni las brevas ni los higos necesitan ser polinizados para madurar, pues sus flores son femeninas partenocárpicas.

6-Higueras bíferas de San Pedro que también producen dos cosechas: la primera de brevas similares a las mamas que maduran por partenocarpia y la segunda de higos tipo Esmirna que necesitan ser polinizados para madurar. En genética equivaldría a un híbrido entre una higuera de Esmirna y una higuera partenocárpica.

7-Higueras de Cordelia y de Croisic que son monoicas como los cabrahigos con siconos con flores masculinas y femeninas en su interior. Dan higos comestibles pero tienen una zona reseca y dura cerca del ostíolo que se corresponde con las flores masculinas, lo cual les resta calidad.

8-Son perfectamente posibles y más que probables otras combinaciones por hibridación entre las distintas variedades de higueras y los cabrahigos y semicabrahigos. Bastaría coger miles de semillas de diferentes higueras, sembrarlas en un medio adecuado y esperar a que crecieran y dieran frutos.

Muchas veces he encontrado higueras silvestres en los campos de Mallorca nacidas de semillas llevadas por los pájaros que dan brevas en general diminutas y/o higos también diminutos perfectamente comestibles, a veces de gran calidad. Cuando el estudio del genoma sea más fácil y barato, será muy interesante estudiar la genética de este fantástico frutal cultivado por el hombre desde hace unos 10.000 años.

Breva de la variedad bífera cultivada llamada Blava con todas sus flores de estilo largo, longistilas, que impiden que la avispilla ponga sus huevos en ellas con su ovipositor que es más corto que el estilo. La avispilla en su desespero por poner sus huevos recorre todo el interior del sicono esparciendo el polen de cabrahigo macho que lleva pegado a su cuerpo procedente de un prohigo muy tempranero, polinizando así el máximo de flores que al sentirse fecundadas desarrrollan una semilla viable y engordan sus tejidos llenándose de jugos y azúcares. De esta manera, aunque en teoría por la época no debería contener semillas, las contiene sin la menor duda.

Flores longistilas de la breva anterior.

Detalle de las flores longistilas anteriores. Se ve una semilla en formación a la derecha de la imagen.

Detalle de una semilla fotografiada hoy mismo, día 21 de abril.

Brevas de la variedad bífera Albacor o Bacorera que maduran a finales de junio.

Pulpa jugosa muy sabrosa de las brevas anteriores en la que se pueden apreciar numerosas semillas viables que le dan un delicioso aroma a nueces o avellanas tostadas.

En este recorte ampliado de la imagen anterior se ven perfectamente las semillas viables. Al ser sus flores partenocárpicas no necesitan ser polinizadas por la avispilla para madurar, pero en este caso no sólo han madurado partenocárpicamente sino que además han sido polinizadas. Las numerosas semillas que se ven en la imagen lo confirman. Falta saber si las avispillas portadoras de polen salidas de los prohigos de un cabrahigo tempranero tuvieron tiempo de volar a principios de abril hasta estas brevas para fecundarlas enseguida y dar tiempo a que se desarrollasen las semillas. Ante la contundente prueba de la imagen todo parece que fue posible. En este caso esta breva se comportaría como una mamona muy precoz.



Plantas epifitas sobre palmeras

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Epifita es toda planta que vive sobre otra sin alimentarse de ella. También son considerados epifitas los musgos y los líquenes. Quedan excluídas las plantas parásitas sin clorofila, que también viven sobre otra planta pero se alimentan de su savia. 

En esta entrada quiero compartir con vosotros dos docenas de plantas vasculares que han elegido como sustrato las fibras en descomposición que revisten el tronco de las palmeras Phoenix canariensis, Phoenix dactylifera y Caryota urens. Algunas de ellas nacieron de una semilla defecada por un pájaro, lo que en ecología se llama ornitocoria, es decir, diseminación de semillas por las aves. Otras llegaron allí llevadas por el viento, es decir, por anemocoria, en forma de semillas voladoras o de esporas. 

Epifitas procedentes de esporas llevadas por el viento.

Sobre esta palmera canaria que embellece una calle del municipio de Barlovento en la Isla de La Palma se pueden ver numerosos ejemplares del helecho Pteridium aquilinum (1), de la familia de las Hypolepidaceae.

Imagen cercana de los helechos epifitas anteriores.

Detalle de uno de los Pteridium aquilinum enraizado sobre las fibras en descomposición que rodean el tronco de esta palmera como si de un abrigo se tratase. Como ocurre en todas las islas de la Macaronesia casi a diario sube la brisa marina en forma de niebla cargada de humedad procedente del Océano Atlántico, choca contra las hojas y el tallo de la palmera y se condensa en forma de agua dulcísima, lo que recibe el nombre de lluvia horizontal. Una parte cae al suelo y aporta humedad a las raíces de la palmera y otra parte es absorbida por las fibras y proporciona humedad a las raíces de los helechos.

Sobre esta palmera datilera del fantástico Huerto del Cura del Palmeral de Elche podemos ver numerosos ejemplares del helecho alóctono invasor Nephrolepis cordifolia (2), de la familia de las Oleandraceae, enraizados sobre las fibras que rellenan los espacios entre los restos de los pecíolos de las hojas podadas.

Detalle de las Nephrolepis cordifolia anteriores.

Sobre esta palmera canaria del municipio palmeño de Barlovento podemos ver dos helechos epifitas: una Nephrolepis exaltata (3) de la familia de las Oleandraceae en primer plano y dos ejemplares de Davallia canariensis (4) de la familia de las Davalliaceae a la izquierda de la imagen.

Detalle de una frondosa Davallia canariensis sobre otra palmera canaria del municipio de Barlovento.

Aquí podemos ver otro helecho alóctono invasor, el Cyrtomium falcatum (5), de la familia de las Polypodiaceae, sobre una palmera datilera del Huerto del Cura en Elche.

Otro Cyrtomium falcatum muy vigoroso sobre una palmera canaria en una calle del Puerto de la Cruz en la Isla de Tenerife. Este helecho se ha convertido en una verdadera plaga en todas las islas de la Macaronesia. Lo he visto asilvestrado en las Islas Azores, en las Islas Canarias y en la Isla de Madeira. También se ha asilvestrado en las zonas costeras mediterráneas especialmente abrigadas y húmedas. En todos los casos los ejemplares naturalizados proceden de esporas llevadas por el viento desde jardines particulares.

Epifitas procedentes de semillas llevadas por el viento.

Sobre esta palmera canaria que embellece una plaza de la ciudad portuguesa de Faro, capital del Algarve, crecía hace ahora un año una Andryala integrifolia (6), de la familia de las Compositae.

 Misma compuesta anterior.

Indudablemente sus raíces reciben toda el agua y los nutrientes que necesita para crecer tan lozana. Las fibras en descomposición de las palmeras son por tanto un sustrato ideal.

Nuevamente en el municipio palmeño de Barlovento podemos ver esta pequeña Erica arborea (7), de la familia de las Ericaceae, con una vigorosa brotación primaveral creciendo como epifita sobre una palmera canaria. Sobre ella crecían varios helechos Pteridium aquilinum.

Conyza sumatrensis (8), de la familia de las Compositae, sobre una palmera canaria en una calle de la ciudad algarvense de Faro.

Conyza sumatrensis anterior, también llamada Conyza floribunda, que procedente de Norteamérica ha colonizado todas las regiones del mundo con un clima tropical, subtropical y templado suave. Vive especialmente a gusto en la Macaronesia y en los países ribereños del Mediterráneo.

Espectacular Parietaria judaica (9), de la familia de las Urticaceae, en forma de larga cabellera sobre una palmera canaria en una plaza de Palma de Mallorca.

Otra Parietaria judaica sobre Phoenix canariensis en Palma de Mallorca.

Geranium purpureum (10), de la familia de las Geraniaceae, sobre una palmera canaria en un jardín del municipio mallorquín de Sóller.

Hojas y frutos del Geranium purpureum anterior.

Sonchus tenerrimus (11), de la familia de las Compositae, sobre Phoenix dactylifera en el mismo jardín de Sóller.

Sonchus tenerrimus y Parietaria judaica sobre la misma palmera datilera anterior.

Sonchus tenerrimus en flor sobre una palmera canaria en la ciudad portuguesa de Faro.

Rumex bucephalophorus (12), de la familia de las Polygonaceae, sobre la misma palmera farense anterior.

Detalle del Rumex bucephalophorus anterior que al crecer boca abajo y bajo la intensa sombra de la copa de la palmera tiene las hojas y las inflorescencias en una posición extraña.

Varios ejemplares de Polycarpon tetraphyllum subsp. diphyllum (13), de la familia de las Caryophyllaceae,  sobre la misma palmera portuguesa anterior.

Detalle del Polycarpon tetraphyllum subsp. diphyllum anterior.

Pequeña Poa annua (14), de las familia de las Gramineae, sobre otra palmera canaria de la ciudad algarvense de Faro.

Detalle de la Poa annua anterior.

Diminuta Sagina maritima (15), de la familia de las Caryophyllaceae, sobre las misma palmera anterior.


Epifitas procedentes de semillas llevadas por las aves.

En todos los casos los pájaros se alimentan de los frutos que suelen ser bayas o drupas que ingieren enteras y, tras la digestión de la pulpa, defecan o regurgitan las semillas lejos de la planta madre.

Lantana camara (16), de la familia de las Verbenaceae, sobre una palmera canaria en una calle de Puerto de la Cruz en Tenerife.

Visión cercana de la Lantana camara anterior en la que se ven mejor sus flores rosadas.

Joven Asparagus plumosus (17) enraizado en las fibras en descomposición de un Phoenix dactylifera de un jardín de Sóller en Mallorca.

Hedera helix (18), hiedra, sobre la misma palmera datilera anterior.

Solanum nigrum (19), de la familia de las Solanaceae, sobre una palmera canaria de Puerto de la Cruz en Tenerife, cerca del fantástico Jardín botánico de la Orotava.

Flores del Solanum nigrum anterior.

Frutos en forma de baya de la solanácea anterior.

Esta curiosa imagen de una palmera, Washingtonia filifera (20), creciendo como epifita sobre otra palmera, Phoenix canariensis, ambas de la família de las Arecaceae, la tomé en un largo paseo que va hasta el Jardín botánico de la Orotava en la ciudad tinerfeña de Puerto de la Cruz.

 Visión cercana de la pequeña Washingtonia filifera anterior.

Einadia nutans (21), de la familia de las Chenopodiaceae, creciendo como una cabellera sobre otra palmera canaria del Puerto de la Cruz.

Bayas de la Einadia nutans anterior.

Pequeña higuera silvestre o cabrahigo, Ficus carica (22), de la familia de las Moraceae, sobre una Phoenix canariensis de un jardín del municipio mallorquín de Sóller.

Ficus microcarpa (23), también llamado Ficus retusa, sobre una palmera canaria en Puerto de la Cruz.

Visión cercana del Ficus microcarpa anterior.

Ficus benjamina (24), sobre la copa de una palmera Cola de pescado, Caryota urens, en el fantástico Parque del Loro de Tenerife, que cuenta con una extraordinaria colección de palmeras tropicales y subtropicales de todo el mundo.

Mismo Ficus benjamina anterior que como otros muchos ficus se comporta como una verdadera higuera estranguladora que acaba matando a la planta sobre la que crece. La macabra historia empieza cuando un pájaro se traga un pequeño higo rojizo de este ficus. Tras digerir la pulpa defeca las semillas sobre la palmera entre los restos de los pecíolos de sus hojas.

Una de las semillas consigue germinar en lo alto de la copa de la palmera donde recibe mucha luz solar, la codiciada fuente de energía de las plantas, que es lo que en definitiva quiere, y sus raíces empiezan a crecer hacia abajo buscando la humedad y los minerales del suelo. En su descenso van abrazando el tronco de la víctima.

Los jardineros del Parque del Loro saben que la higuera estranguladora acabará matando a la palmera Cola de pescado, pero es tan fascinante el proceso que ayudan a la asesina en sus macabras intenciones sujetando sus raíces con alambres al tronco de la víctima.

No la sembraron los jardineros, nació sola sobre la palmera de una semilla defecada por un ave, pero saben que acabará siendo la atraccción del parque cuando consiga matar a la caryota y el tronco de ésta se pudra. Entonces la maraña de raíces aéreas soldadas entre si en forma de cilindro hueco, la misma forma del tronco que le habrá servido de molde, se convertirá en todo un espectáculo para los visitantes. Es una inteligente estrategia de supervivencia de los ficus  que crecen en los bosques tropicales. Si las semillas caen en el suelo, no germinan por falta de luz, dada la intensa sombra que hay bajo las copas de los árboles o si lo hacen deben escalar un tronco buscando la luz, para lo que necesitan mucha energía. Las diminutas semillas de los ficus carecen de reservas en sus cotiledones, de manera que la única opción para germinar y sobrevivir consiste en hacerlo sobre la copa de los árboles y palmeras de la selva, donde reciben los energéticos rayos solares que les dan la vida.


Tillandsia aeranthos, el clavel de aire

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El género Tillandsia de la familia de las Bromeliaceae está formado por unas 650 plantas epifitas no parásitas, todas ellas americanas, que en la naturaleza crecen sobre las ramas de árboles y arbustos y a veces también sobre rocas (litófitas), fijándose mediante raíces modificadas que sólo sirven para anclar fuertemente la planta sobre su huesped. Reciben el nombre de claveles de aire por carecer de raíces propiamente dichas. Tras millones de años de evolución se han adaptado a sobrevivir absorbiendo el agua y los nutrientes a través de los estomas de sus hojas. 

Tillandsia aeranthos en plena floración a mediados de mayo colgando de una rama de Quercus cerrioides. A la derecha de la imagen a unos metros de distancia se ve otra Tillandsia aeranthos sin flores colgando de un peral de San Juan. Ambas tienen ocho años de edad.

Se las suele dividir en Tillandsias verdes y Tillandsias grises por el color de sus hojas:

-Las verdes viven en zonas tropicales y subtropicales muy lluviosas durante todo el año y en general a la sombra o semisombra de los árboles sobre los que habitan. Sus hojas carecen de tricomas y no soportan períodos prolongados de sequía. 

-Las grises deben su color a la abundancia de tricomas que recubren sus hojas. Habitan en zonas de clima tropical o subtropical subárido o subhúmedo con períodos más o menos prolongados de sequía aunque con una elevada humedad ambiental y en zonas de clima templado cálido semejante al mediterráneo con una estación húmeda y una estación seca. Necesitan más luz que las Tillandsias verdes y aunque prefieren la semisombra de los árboles, pueden prosperar perfectamente a pleno sol, siempre que el aire contenga una humedad más o menos elevada.

Tillandsia aeranthos sin flores de la imagen anterior. Pertenece a una variedad cultivada que no florece nunca. Al no producir semillas sólo se puede reproducir vegetativamente por brotes o hijuelos separados de la planta madre. La persona que me dio los brotes llamó hembra a la que da flores y macho a la variedad agámica.

Misma Tillandsia aeranthos de la primera foto vista desde el otro lado.

Tilladsia aeranthos anterior hace 8 años, en mayo del año 2006, la primera vez que floreció.

Mismo clavel de aire en abril de 2011 con los capullos florales a punto de florecer.

Detalle de los capullos florales anteriores.

A mediados de mayo las flores ya están completamente abiertas. En la naturaleza son polinizadas por los colibríes durante el día y por polillas nocturnas durante la noche.

Flores de Tillandsia aeranthos.

Detalle de las flores de clavel de aire con una gotita de néctar en el fondo de cada flor.

Flor partida por la mitad con el detalle de sus órganos reproductores típicos de todas las bromeliáceas: tres sépalos rosados, tres pétalos azules, seis estambres con las anteras cargadas de polen amarillo y un pistilo más largo que los estambres con un estigma trilobado en el extremo. Para evitar la autofecundación la flor madura primero el estigma que se mantiene receptivo durante unos días. Pasado este tiempo, tanto si ha sido fecundado como si no el estigma se cierra herméticamente y deja de ser receptivo y entonces maduran las anteras de los estambres con abundante polen, que los colibríes y las polillas llevan a otras flores en fase femenina.

La Tillandsia aeranthos es uno de los claveles de aire más cultivados en todo el mundo. En esta imagen podemos ver numerosos ejemplares embelleciendo este balcón de una casa de la ciudad de Horta, capital de la diminuta isla de Faial del archipiélago de las Azores.

Viejos ejemplares  de medio metro de diámetro cultivados en el magnífico Jardín botánico de Sóller en la isla de Mallorca.

Uno de los claveles de aire anteriores en el que se ve el sencillo método de sujeción a la barra del emparrado.

Hoja de Tillandsia aeranthos cubierta de estomas de color verde rodeados de tricomas blanquecinos..

Estomas de Tillandsia aeranthos cada uno de los cuales está todeado por un anillo de tricomas en forma peltada, es decir, de paraguas pegado en el centro donde esta la abertura del estoma. Los tricomas son pequeñas escamas muy higroscópicas que retienen y/o condensan la humedad ambiental o el agua de lluvia y la dirigen hacia el estoma, que la absorbe junto con los minerales disueltos en ella, es decir, realiza la misma función que las raíces

En las Tillandsias grises de zonas semiáridas los estomas se cierran durante la noche para evitar que pierdan agua. El proceso de la fotosíntesis en estas plantas es de tipo CAM con una fase nocturna en la que los estomas se cierran y el CO2 se une temporalmente a C4, dando lugar a malato que se almacena en el interior de las vacuolas de la célula vegetal. Al salir el sol se inicia la fase diurna en la que el malato pasa de las vacuolas a los cloroplastos donde, con la energía de los rayos del sol, se transforma en piruvato y CO2, iniciándose así el ciclo de Calvin-Benson.



UN ATRACÓN DE ENDEMISMOS

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Pasen ustedes y sírvanse. Barra libre. Open bar. Free entrance. Self service.Bon appétit!

Sí, amigos, había tantos endemismos y estaban tan accesibles que tuve la sensación de entrar en un self service lleno de tentadores platos al alcance de la mano. Sólo tuve que elegir y servirme, mirando bien donde pisaba para no aplastar los cientos de diminutos ejemplares que cubrían el suelo como una gran alfombra llena de vida y color. Lo he constatado muchas veces: las cunetas de las carreteras son un paraíso de biodiversidad. A las plantas les encanta vivir en ellas. Tienen toda la luz y la humedad que necesitan.

Hypericum balearicum, endémico de las Islas Baleares. Sus flores tienen un luminoso color dorado que brilla con luz propia.

Aquella mañana de domingo, día 1 de junio, tras desayunar un tazón de café con leche y unas galletas de Inca, me pregunté a mi mismo: ¿Y hoy qué hago? De pronto me entró el deseo de subir a la montaña, cogí mi vieja cámara Canon PowerShot SX200, excelente para sacar buenos macros, me metí en mi pequeño Hyundai i10 y en quince minutos estuve a unos 900 msnm aparcado en un mirador con unas vistas fantásticas a los inmensos encinares que visten de verde las montañas de la Serra de Tramuntana. Recordaba que en las rocas que bordean la carretera crecen el Hypericum balearicum y el Galium crespianum. Confiaba en que estuvieran en flor. Lo que ignoraba es que allí hubiera tal cantidad de endemismos. Logré identificar unos diecisiete, alguno de ellos minúsculo como veréis a continuación.

Ejemplar de Hypericum balearicum a dos metros del asfalto.

Sus cinco pétalos se disponen como las aspas de un molino.

Parte posterior de la flor anterior. Las hojas no están enfermas. Son simplemente así.

Tanto las hojas como los tallos están cubiertos de vesículas llenas de resina. Me imagino que son un mecanismo de defensa contra la depredación de los herbívoros. Incluso las cabras asilvestradas, cuyo estómago es capaz de digerir cualquier cosa, no se atreven a comerlas. Deben tener un sabor repugnante o bien son altamente tóxicas.

La Aetheorhiza bulbosa subsp. willkommii, otro endemismo balear, no tiene tanta suerte o todavía no ha desarrollado mecanismos de defensa efectivos contra el hocico famélico de las cabras. Es una pequeña compuesta que crece como una alfombra a través de largos estolones subterráneos.

La mayoría de sus pequeñas hojas estaban ramoneadas por las cabras.

Joven Helichrysum ambiguum en la grieta de una roca. Había otros ejemplares ya adultos pero estaban a varios metros de altura sobre las rocas verticales y no pude sacarles ninguna foto decente.

Esta plantita minúscula, casi invisible entre la hojarasca, con sus extrañas hojas en abanico, el Lotus tetraphyllus, es uno de los endemismos más bonitos y más pequeños de las Baleares. Lo conocía de la costa del Cap de Formentor, pero nunca lo había visto en la Serra de Tramuntana. En aquellos 500 metros de cuneta había miles de ejemplares, muchos de ellos a escasos centímetros del asfalto. Es un verdadero trébol de cuatro hojas.


En esta imagen se ven bien las hojitas que le dan el nombre. Sus florecillas son como pepitas de oro que relucen bajo los poderosos rayos del sol.

Fijaos como esta florecilla mira al sol. Es su dios, el que le da la vida. Sólo así la pueden ver sus insectos polinizadores.

 ¿Qué bonita, verdad?

Parte posterior de una florecilla recién abierta que se va irguiendo poco a poco para encararse al sol y poder así ser vista por los insectos. Al mismo tiempo el pétalo va pasando de rojo-sangre a amarillo intenso.

El cambio del color se aprecia muy bien en la florecilla de la izquierda que todavía no se ha erguido del todo. Detrás de las flores del Lotus tetraphyllus se ven las de otro endemismo, el Bellium bellidioides.

A diferencia de los anteriores, el Bellium bellidioides es un endemismo tirrénico, ya que vive en lo que hace 6 millones de años era la Región Tirrénica, que abarcaba el sur de Francia, la Costa Brava, las islas de Córcega y Cerdeña y el Archipiélago Balear, en un momento en que el Mar Mediterráneo se había secado casi por completo y toda esta región era un todo contínuo, permitiendo así el intercambio de especies.

Sus florecillas son las margaritas más pequeñas de las islas.

En esta imagen se ven sus hojas en forma de raqueta de tenis. Sus raíces emiten estolones subterráneos, de manera que una sola planta puede llegar a formar una pequeña alfombra de florecillas.

Un bellísimo endemismo, con el rango de variedad de la especie tipo, que crece en las montañas adaptado a las pendientes rocosas, es el Rosmarinus officinalis var. palaui con su porte rastrero y péndulo como una cabellera.

Mismos romeros anteriores. La mata más elevada del centro a la izquierda es un Hypericum balearicum.

Otro romero péndulo de la variedad palaui, con sus tallos aplicados al sustrato rocoso.

Tallos péndulos del romero anterior.

En esta imagen se ve muy bien como los tallos se aplican a la superficie donde enraizan con gran facilidad.

Sus hojas son algo más finas, más filiformes, que las de la especie tipo.

También muy abundante aquí y allá se veían las hojitas manchadas de blanco del endemismo tirrénico Cyclamen balearicum, que sólo crece en las Islas Baleares, en el sur de Francia y en la provincia de Girona.

La superficie inferior de sus hojas tiene una capa de antocianos morados que actuan como un espejo, de manera que los rayos solares inciden sobre el anverso, penetran en la hoja, su energía lumínica activa la fotosíntesis en los cloroplastos y los rayos que no son aprovechados y que de todas formas se perderían tras atravesar la hoja, chocan contra la capa de antocianos que los reflejan como un espejo y vuelven atrás, atraviesan los cloroplastos por su cara inferior y activan por segunda vez la fotosíntesis, aprovechando así con una eficiencia sorprendente la escasa luz que consigue penetrar en los sombríos encinares de la Serra de Tramuntana.

Este cojinete de monja, el Teucrium balearicum, es un endemismo tirrénico como el anterior, aunque su distribución difiere un poco, ya que sólo vive en Cerdeña y en las islas más orientales de las Baleares, es decir, Mallorca, Menorca y Cabrera, las llamadas Gimnésicas. No vive ni en las Pitiusas ni en tierras continentales europeas. A su lado, a la izquierda de la imagen, crece una joven Euphorbia characias.

Otro Teucrium balearicum algo más joven junto a una pequeña encina, Quercus ilex subsp. ilex, que ha sido ramoneada numerosas veces por las cabras y ha adoptado la forma de cojinete de monja cubriéndose de hojas muy espinosas para defenderse de la depredación y lograr así sobrevivir.

Detalle de las pequeñas hojas algo carnosas del cojinete de monja anterior y de sus falsas espinas que son simples tallos muy adelgazados y lignificados en su extremo.

Vigorosa Phlomis italica en un claro sin encinas a tres metros de la carretera. Esta labiada es un endemismo balear que sólo crece en Mallorca y Menorca. Le gusta vivir a plena luz como se aprecia en la imagen.

Otra Phlomis italica acompañada en la parte inferior de la imagen por un Helleborus foetidus tumbado por el peso de sus frutos y un Hypericum balearicum en la parte superior.

Últimas flores de Phlomis italica, que suele florecer en abril, mayo y junio.
 
Phlomis italica al lado de un grueso tronco de pino en descomposición en el que ha crecido un hongo de la especie Enteridium lycoperdon. A la izquierda de la Phlomis se ve un joven Hypericum balearicum.

Mismo Enteridium lycoperdon anterior con un trozo del peridio levantado, que es la membrana blanca que cubre las esporas.

Detalle de las esporas marrones que empiezan a dispersarse con la ayuda del viento.

Otra labiada endémica que crece en abundancia en esta paradisíaca cuneta es el Teucrium asiaticum, endémico de Mallorca y Menorca. Algunos ejemplares estaban a punto de abrir sus primeras flores.

Numerosos Teucrium asiaticum a medio metro del asfalto. En el centro de la imagen se ve un largo tallo de un ejemplar de la orquídea Epipactis microphylla.

 Teucrium asiaticum con el tallo de la Epipactis microphylla.

Capullos florales de la Epipactis microphylla a punto de florecer.

 Detalle de los capullos anteriores.

La endémica Crepis triasii es una compuesta rupícola que en estos días, a principios de junio, está en plena floración. Como la Phlomis italica y el Teucrium asiaticum anteriores sólo crece en las Gimnésicas, es decir, en Mallorca, Menorca y Cabrera.

Roseta de hojas basales de la Crepis triasii anterior. Se pueden ver varios tallos florales comidos por las cabras. Esta plantita esconde un as en la manga, tal vez como estrategia de supervivencia al ramoneo del extinto antílope enano Myotragus balearicus. Si los primeros tallos florales sucumben a la depredación de los herbívoros, desde la base de la roseta brotan nuevos tallos y la Crepis triasii produce una segunda floración, como se aprecia en la imagen. Todo un esfuerzo titánico de esta plantita que casi sin tierra ni agua consigue sobrevivir y producir semillas para asegurar la siguiente generación.

Detalle de las pequeñas bracteas radiales que rodean el involucro del capítulo floral.

La luminosa flor de la Crepis triasii en realidad es una inflorescencia formada por muchas flores creciendo juntas. Cada pétalo se corresponde con una flor. Se ven muy bien los largos pistilos con el estigma bifurcado.

Esta fue tal vez la planta más minúscula que logré encontrar, la Arenaria balearica, un endemismo tirrénico con una distribución curiosa. Crece en Mallorca, donde es abundante en la Serra de Tramuntana y en las islas de Córcega, Cerdeña, Capraia, Tavolara y Montecristo. Se ha naturalizado en Francia y Gran Bretaña.  Como se puede ver en la imagen elige las grietas de las rocas más sombrías y húmedas. Sus diminutas florecillas, sin embargo, saben que deben mostrarse a los insectos polinizadores para que las puedan ver y fecundar y por esto crecen sobre un largo tallo buscando la luz. 

Hojitas de Arenaria balearica como granitos de mijo de sólo uno o dos milímetros.

La florecilla ya no puede ser más bonita.

φ = AB / BC = 1´61803.
Como en todas las cosas bellas de la naturaleza la flor de la Arenaria balearica tiene un diseño matemático perfecto. Sigue escrupulosamente el Número Áureo Phi ( φ ), el que define la estética y el equilibrio.

Otra endémica minúscula es la Micromeria filiformis, que vive en todas las islas Baleares, tanto Gimnésicas como Pitiusas. Hasta hace unos años se la consideraba un endemismo tirrénico, pero finalmente los botánicos se han puesto de acuerdo y sus supuestas poblaciones en Córcega y Cerdeña han sido identificadas como Micromeria cordata. Nuestra diminuta Micromeria filiformis es pues un endemismo 100% balear.

Otra Micromeria filiformis con sus florecillas de un blanco intenso. Comparando la planta con las hojas secas de encina uno puede hacerse una idea de su minúsculo tamaño.

Este Galium balearicum endémico de Mallorca ya no puede ser más diminuto. Se parece mucho al Galium parisiense subsp. parisiense, pero su hábitat rupícola y montañoso y su intenso color rojo le diferencian claramente. El Galium parisiense vive en tierras bajas y sus hojas tienen un color verde grisáceo. (Según el Herbario Virtual del Mediterráneo Occidental)

Como en todos los Galium las hojas son verticiladas, es decir, se disponen por grupos sobre el tallo. En el Galium balearicum en cada verticilo suele haber entre 4 y 6 hojas acabadas en una pequeña arista en la punta.

 Detalle de las hojas intensamente rojas.

Se aprecia claramente el borde de las hojas con aculéolos antrorsos, es decir, pelitos de menos de 0'1 mm dirigidos hacia delante, hacia la punta de la hoja donde se ve la diminuta arista.

Detalle de las infrutescencias. Ruego a los expertos en la família de las Rubiaceae que si consideran incorrecta mi identificación no duden en decírmelo.

Más detalles que pueden servir para su correcta identificación.

El Galium crespianum, endémico de las islas de Mallorca y Dragonera, es mucho más fácil de identificar. No se parece a ningún otro galium y su hábitat es claramente montañoso y rupícola.

Crece muy tupido, a veces formando una gran bola.

 Florecillas de color amarillo-limón del Galium crespianum.

 Este gran cojinete de monja es una zarzaparrilla endémica de todas las Baleares, la Smilax aspera subsp. balearica.  El ramoneo durante millones de años del antílope enano Myotragus balearicus, el intenso viento que azota las montañas, la fuerte insolación y la sequía de los veranos mediterráneos esculpieron su forma redondeada y tupida, con las diminutas hojas y flores protegidas por las espinas. De esta protección sabe mucho el vigorosoHelleborus foetidus que crece estrategicamente rodeado por el abrazo espinoso de la Smilax.

Misma Smilax aspera subsp. balearica y su inseparable amigo.

Pequeño Helleborus foetidus protegido por los enmarañados tallos espinosos de la Smilax.

Brotes tiernos ricos en antocianos rojos que evitan que una helada tardía los congele al absorber el calor del sol. Se aprecia muy bien como las hojas crecen protegidas dentro de la maraña.

Helleborus foetidus compañero de viaje de la Smilax.

Frutos del Helleborus foetidus.

En esta imagen se ve el hábitat donde crecen tres endemismos: a la izquierda un vigoroso Galium crespianum, en el centro un joven Teucrium balearicum y a la derecha, acompañada por una Euphorbia pithyusa, una pequeña Digitalis minor iniciando la floración.

La Digitalis minor es una de las plantas más bonitas de las Baleares más orientales, las Gimnésicas Mallorca, Menorca y Cabrera.

Misma Digitalis minor anterior.

La pequeñísima planta que crece en esta grieta es el endemismo número diecisiete, uno de mis preferidos, la Sibthorpia africana, que debe su nombre  a un error del botánico que recibió la muestra y la creyó originaria de Africa.

Otra Sibthorpia africana muy ramificada. Sus largos tallos llegan a cubrir grandes superficies como si fueran una alfombra

Lo que parecen dos ejemplares seguramente son la misma planta.

Hojas peluditas y algo carnosas de la Sibthorpia africana.

Florecilla amarilla dirigida hacia la luz.

Otra florecilla de Sibthorpia africana mirando al sol para que la vean sus polinizadores.

 Espero que les haya gustado el surtido buffet de endemismos.

¡Buen provecho, amigos!

Lotus berthelotii, llamaradas de fuego volcánico

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Como en el caso de la Lysimachia minoricensis, endémica de la Isla de Menorca, que se ha extinguido en la naturaleza y prospera en cambio magníficamente cuando se la cultiva en los jardines botánicos de numerosos países del mundo con climas muy distintos al de su isla natal, los Lotus canarios del grupo Heinekenia, llamados Pico de paloma, Pico de cernícalo o Hierba de plata, están en peligro crítico de extinción con poblaciones reducidas a unos pocos ejemplares, mantenidas artificialmente a base de repoblaciones de ejemplares cultivados a partir de esquejes, ya que su producción de frutos es tan escasa que resulta casi milagroso encontrar alguna legumbre con semillas viables.

 Las flores del híbrido Lotus berthelotii x maculatus son espectaculares, como llamaradas de fuego volcánico.

Básicamente las especies del grupo Heinekenia endémicas de las Islas Canarias son tres:

-Lotus berthelotii, endémico de Tenerife, de flores escarlatas.
-Lotus maculatus, endémico de Tenerife, de flores amarillas con tintes anaranjados.
-Lotus eremiticus, endémico de La Palma, de flores de color ocre.

Mediante cultivo se han logrado seleccionar diversas variedades mutantes y algunos híbridos interespecíficos que difieren entre sí principalmente por el color de sus flores.

Lotus berthelotii x maculatus cultivado en un jardín de la Serra de Tramuntana de Mallorca.

Detalle del Lotus berthelotii x maculatus anterior con las últimas flores de la temporada, ya que suele florecer desde mediados de la primavera hasta principios del verano.

 
 Flores del híbrido anterior.

 
 Detalle del diseño y los colores de estas fantásticas flores.

Una de las flores anteriores del híbrido Lotus berthelotii x maculatus, cuya combinación de colores es claramente intermedia entre la de sus dos progenitores tinerfeños.

Hojas de Lotus berthelotii x maculatus, idénticas a las de sus dos progenitores, que presentan un color verde grisáceo por estar recubiertas de un polvillo ceroso, dando a la planta un aspecto plateado, de ahí su nombre de Hierba de plata.

 Lotus berthelotii cultivado en Mallorca, idéntico a la forma silvestre tinerfeña, con sus flores de un intenso color escarlata.

Detalle de las flores de Lotus berthelotii.

Ramilla del Lotus berthelotii anterior con una legumbre llena de semillas viables, con toda probabilidad fruto de la polinización cruzada con un Lotus berthelotii x maculatus cultivado a su lado. En Mallorca no vive ningún ave canaria especializada en polinizar las flores de estas leguminosas, cuyos pétalos tienen la típica forma y disposición de las flores polinizadas por aves. Supongo que el polinizador de la flor no ha sido una abeja  sino más bien un abejorro, pues se necesita una larga trompa y bastante fuerza para separar los largos pétalos y llegar así al néctar del fondo de la flor. Cabría también la posibilidad de que el polinizador hubiera sido un pajarillo, como los que polinizan las flores de mi gigantesco árbol Mundani, Sylvia atricapilla y Parus major. (Ver---> Acrocarpus fraxinifolius, un árbol para el futuro.)

Legumbre de Lotus berthelotii x maculatus llena de semillas viables. Al ser todos estos Lotus autoestériles, forzosamente necesitan el polen de otra planta para que sus flores sean fecundadas. Por lo tanto a la inversa que en la legumbre de la foto anterior, ésta ha sido polinizada con el polen del Lotus berthelotii cultivado a su lado. Se sospecha, aunque no existe ninguna prueba al respecto, que estas tres especies de Lotus endémicos de Canarias se han visto abocados a la casi extinción debido a la desaparición/extinción de su avecilla polinizadora y a la cada vez menor variabilidad genética de los escasísimos ejemplares que sobreviven en un espacio muy reducido sobre unos pocos peñascos volcánicos rodeados de pinos canarios.

La legumbre de la foto anterior al cabo de dos días cayó al suelo.

Al separar las dos valvas del fruto aparecieron siete semillas negras bien desarrolladas y con aspecto viable.

 
Hermoso ejemplar en forma de cabellera de Lotus maculatus var. Gold flame, una variedad cultivada de la especie silvestre, que fotografié hace unos años en un jardín de la Playa de Los Cancajos en la Isla de La Palma.

 Las flores son bellísimas con unos colores muy vivos.

 Detalle de las flores anteriores.

La inmensa mayoría de ejemplares cultivados proceden de la reproducción mediante esquejes de unas pocas plantas silvestres. Son por tanto clones idénticos entre sí con la misma dotación genética, de ahí la casi nula producción de semillas viables en las plantas cultivadas, ya que estos Lotus son autoestériles. En la media docena de poblaciones silvestres que suman en total las tres especies canarias también es casi nula la producción de semillas, de ahí que cada vez se acerque más su total extinción en la naturaleza. En varias de estas poblaciones ya no existe ninguna planta verdaderamente silvestre y todos los ejemplares proceden de repoblación a partir de plantas clónicas reproducidas por esquejes. 

¿Se extinguirán como la Lysimachia minoricensis y sólo será posible verlos cultivados en parques y jardines? 


Una anciana japonesa de 300.000.000 años

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Cycas revoluta, un eslabón en la evolución a medio camino entre los helechos y las palmeras que vio nacer a los dinosaurios.

Magnífica Cycas revoluta hembra con una vigorosa brotación estival, cultivada en el Jardín Botánico de Soller. 

Las primitivas Cycadaceae y Zamiaceae se parecen tanto a las más evolucionadas palmeras que todo hace suponer que éstas son sus descendientes evolutivas directas. A su vez estas dos famílias de plantas antiquísimas descienden de una o más especies de helechos ancestrales que consiguieron transformar sus microsporas masculinas en polen y sus megasporas femeninas en semillas. Las coníferas, las bromelias y las Araceae, todas ellas con inflorescencias en estróbilo, serían también descendientes directos de helechos primitivos, aunque habrían evolucionado por separado a partir de algún ancestro común o de distintos ancestros que fueron capaces de transformar sus megasporas femeninas en semillas por convergencia evolutiva.

Cuatro Cycas revoluta centenarias embelleciendo los fantásticos Jardines de S'Hort del Rei que circundan la catedral de Palma de Mallorca.

 Una de las Cycas revoluta anteriores con una brotación espectacular.

Se tiene constancia del hallazgo de su posible antepasado fósil, una planta todavía más primitiva a medio camino entre un helecho y una conífera que por desgracia se extinguió. Era muy parecida a las actuales Zamiaceae del género Encephalartos. Se trataba de un helecho muy evolucionado que fue capaz de producir megasporas femeninas que no eran dispersadas por el viento sino que se quedaban en el esporangio, germinaban en él y daban lugar a un gametofito femenino con una gran oósfera, la cual era fecundada por un anterozoide procedente de un gametofito masculino. Tras la fecundación se formaba un embrión, un esporofito que paralizaba su crecimiento y entraba en diapausia o reposo. Acababa de nacer la primera semilla. Cuando caía en un medio adecuado, el embrión reiniciaba su crecimiento y daba lugar a una nueva planta, la primera capaz de reproducirse por semillas.

 Inflorescencia femenina de Encephalartos lehmannii de Sudáfrica de la família de las Zamiaceae. Su estróbilo repleto de megasporas femeninas transformadas en semillas tiene un parecido incuestionable con los estróbilos de los helechos de la família de las Equisetaceae, los conos de las Pinaceae y la deliciosa piña de la bromeliácea Ananas comosus.

Inflorescencia masculina de Cycas revoluta en forma de estróbilo  o cono iniciando la floración en la segunda quincena de junio.

Mismo estróbilo masculino anterior en plena floración a principios de julio.

Siempre se había creído que, al igual que en las coníferas, la polinización de las Cycadaceae y las Zamiaceae era llevada a cabo exclusivamente mediante la acción del viento, que transporta el polen de los estróbilos masculinos a los estróbilos femeninos, pero ultimamente se ha constatado también la polinización por insectos, como ocurre en las palmeras, que combinan la acción del viento con la de las abejas y abejorros. Ver artículo australiano --> Cycad pollination

 Otro espectacular estróbilo masculino en un ejemplar del Jardín Botánico de Sóller.

 Y aquí tenéis la prueba irrefutable de que la inflorescencia masculina de la Cycas revoluta es visitada por abejas melíferas. No os puedo asegurar que encuentren néctar, pero sus patas traseras cargadas de polen nos hablan por si solas de lo que buscan estas incansables recolectoras entre los esporangióforos de esta larga inflorescencia. Si es verdad que la Cycas revoluta es polinizada por insectos en su Japón natal, éstos deben ser más pequeños que la abeja europea, pues se ve claramente en el video como intentan entrar una y otra vez entre los resquicios que separan los esporangióforos y sólo algunas veces lo consiguen. Eso sí, las abejas que logran entrar salen al cabo de un rato con dos grandes bolas de polen blanco en sus patas traseras.

Esporangióforos maduros en cuya cara inferior se encuentran los microsporangios masculinos repletos de polen. La semejanza con la reproducción de los helechos, en especial de los Equisetum, es asombrosa. 

Levantando los esporangióforos se ven los microsporangios ya abiertos que han dispersado los granos de polen con la ayuda del viento o bien las abejas los han recolectado. Falta dilucidar si los megasporangios femeninos de la Cycas revoluta producen néctar o alguna feromona para atraer a las abejas que llevan pegado sobre su cuerpo el polen de algún ejemplar masculino.

Detalle de los microsporangios en plena dispersión del polen. La mayoría tienen sus valvas abiertas y están vacíos, pero todavía quedan algunos sin abrir. Llama la atención la abundante pilosidad fieltrada que recubre el esporangióforo.

Cycas revoluta hembra en los Jardines de S'Hort del Rei de Palma de Mallorca.

Misma Cycas revoluta anterior con un cono femenino en plena floración.

 Inflorescencia femenina de la Cycas revoluta anterior. La presencia de esporangióforos secos con semillas maduras en su parte inferior indica que el año anterior ya floreció. Los esporangióforos nuevos se ven muy tiernos en la parte superior.

 Misma inflorescencia, cono o estróbilo anterior. Se ven muy bien las semillas maduras en la parte inferior de los esporangióforos. Cada uno de ellos produce varias megasporas que al ser fecundadas se transforman en semillas rojizas repartidas a los lados de su tallo.

Los esporangióforos femeninos son en realidad hojas modificadas. De ahí su aspecto plumoso. Siento mucho no haber podido hacer fotos de las megasporas todavía sin fecundar que se encuentran a los lados del tallo inferior de cada esporangióforo. La Cycas revoluta de la imagen mide casi dos metros y al estar en unos jardines públicos no me he atrevido a arrancar un esporangióforo para ver los detalles. En mi jardín tengo una Cycas revoluta macho que ya lleva tres años seguidos floreciendo y dos Cycas más pequeñas que todavía no han florecido nunca. Confío en que alguna de las dos sea hembra y así en unos años podré por fin satisfacer mi extrema curiosidad.

Semillas maduras de la Cycas revoluta de la primera foto de esta entrada.

Hace tres años compré estas cuatro semillas por dos euros en el mercado dominical del municipio mallorquín de Santa María.  

Tras retirarles la cubierta fibrosa las sembré en macetas individuales, pero sólo germinó una de ellas.

Todas las partes de la Cycas revoluta son extremadamente tóxicas, sobretodo las semillas, que concentran grandes cantidades de CICASINA y otros venenos hepatotóxicos, hemotóxicos y neurotóxicos, que pueden llegar a matar al 75% de los animales que osan alimentarse de las hojas o los frutos. Los más de 300 millones de años de evolución le han permitido desarrollar múltiples estrategias de supervivencia, como los venenos y las espinas, para disuadir o eliminar a los depredadores con los que ha convivido durante tantísimo tiempo, empezando por los dinosaurios fitófagos. Y al igual que el otro fósil viviente asiático, el Ginkgo biloba, ha sobrevivido a las grandes extinciones que han borrado de la faz de la Tierra más del 90% de las especies animales y vegetales en los numerosos cataclismos que la han asolado. ¿Sobrevivirá también a la plaga humana? Yo creo que sí. Ya lo hizo con los dinosaurios.



Gardenia thunbergia, la fragancia de Sudáfrica

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Quiero empezar esta entrada con la bellísima canción de Antonio Machín,Dos gardenias, una de las más bonitas y mundialmente conocidas de su repertorio. 

Aquí tenéis el enlace a Youtube y abajo la letra (Recomiendo abrir el audio en una pestaña o ventana nueva para ir leyendo mientras se escucha la canción):


Dos gardenias para ti,
con ellas quiero decir:
te quiero, te adoro, mi vida.
Ponle toda tu atención 
porque son tu corazón 
y el mío.
Dos gardenias para tí
que tendrán todo el calor 
de un beso,
de esos besos que te di 
y que jamás encontrarás 
en el calor de otro querer.

A tu lado vivirán 
y te hablarán 
como cuando estás conmigo 
y hasta creerás 
que te dirán 
te quiero.
Pero si un atardecer 
las gardenias de mi amor 
se mueren,
es porque han adivinado
que tu amor se ha terminado
porque existe otro querer.

A tu lado vivirán 
y te hablarán 
como cuando estás conmigo
y hasta creerás 
que te dirán 
te quiero.
Pero si un atardecer 
las gardenias de mi amor
se mueren
es porque han adivinado 
que tu amor se ha terminado
porque existe otro querer.

Gardenia thunbergia en febrero, cultivada en el Jardín botánico de Sóller. Este arbusto o pequeño árbol de la familia de las Rubiaceae crece de forma natural en los bosques que circundan la ciudad de El Cabo y en las provincias de Natal y Transkei de la República de Sudáfrica.

Misma Gardenia thunbergia anterior en plena floración en julio. La belleza de sus flores y la fragancia extraordinaria que desprenden han cautivado a los jardineros desde hace varios siglos y en la actualidad es ampliamente cultivada en todas las regiones del mundo con un clima mediterráneo semejante al de Sudáfrica. En los famosos Jardines londinenses de Kew se cultiva desde el año 1773.

Hojas muy lustrosas de Gardenia thunbergia.

Flor de Gardenia sudafricana de un luminoso blanco inmaculado, que se abre en el extremo de un largo tubo, en el fondo del cual está el néctar que sólo puede ser alcanzado por la probóscide de grandes insectos sudafricanos nocturnos de la família Sphingidae, que son sus polinizadores en su hábitat natural.

 Detalle de los ocho estambres y el pistilo.

 Fruto de Gardenia thunbergia fotografiado en el Jardín botánico de la Orotava en Tenerife.

Otro fruto de Gardenia thunbergia.



Eugenia brasiliensis: Grumichama del Brasil

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Hace casi 10 años, el 29 de diciembre de 2004, mi cyber-amigo portugués Sérgio Duarte, profesor de Sistemas de Computación de la Facultad de Informática de la Universidad Nova de Lisboa, gran aficionado a los frutales tropicales, me mandó 10 semillas de Grumichama del Brasil, Eugenia brasiliensis y varias de Chicozapote, Manilkara zapota. Yo a cambio le mandé semillas de caqui silvestre o esto creía yo, pues con los años aprendí que todos los caquis asilvestrados en realidad son híbridos entre Diospyros kaki y Diospyros lotus, salvo sin son hijuelos brotados de la raíz del patrón, pues en este caso son Diospyros lotus o Diospyros virginiana, sobre los que se suelen injertar los caquis en Europa. Ver entrada ---> Los caquis cultivados son hembras partenocárpicas


Germinaron todas las semillas, pero no sobrevivió ningún chicozapote, sólo dos grumichamas. Nueve años y medio después una de mis dos Eugenia brasiliensis ha madurado sus diez primeros frutos tras varios años floreciendo sin cuajar ninguno. La otra no acaba de arrancar, pero de momento aguanta bien el duro clima de Mallorca. Hasta ahora ambas han soportado los tórridos veranos mediterráneos con temperaturas máximas cercanas a 40ºC y los fríos inviernos de la costa mallorquina con alguna nevada intensa y temperaturas de -2ºC.

Grumichama del Brasil recién nacida a las 4 semanas de la siembra.

Así era hace 5 años la grumichama o cerezo del Brasil que ha fructificado. La acababa de sembrar en su lugar definitivo a pleno sol junto a una pared que la protege de los frios vientos del norte.

Abrió sus primeras flores hace 3 años. Los pétalos tienen un color blanco inmaculado. Son flores son muy efímeras. Sólo duran medio día. En la foto no están abiertas del todo. No conseguí hacerles una buena foto en plena floración, pues cuando volvía unas horas después ya habían tirado los pétalos.

Flor recién fecundada iniciando el engorde del fruto.

 Los frutos maduran en tres o cuatro semanas. Una vez alcanzado su máximo desarrollo pasan de verdes a rojos en cuestión de horas.

¡Qué gozada de frutitos exóticos! ¿Verdad? Me moría de ganas de probarlos.
 
La pulpa es amarilla y rodea una gran semilla. El sabor es realmente exótico, ácido y refrescante. Recuerda un poco a su prima, la Pitanga o Cereza del Surinam. Ver entrada ---> Eugenia uniflora: Pitanga del Surinam

Semillas de Eugenia brasiliensis que son muy perecederas y deben sembrarse cuanto antes, pues si se deshidratan pierden rápidamente su capacidad de germinación.


Manihot esculenta, la mandioca, tapioca o yuca

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La mandioca, tapioca, yuca o casava, de nombre científico Manihot esculenta, Manihot palmata o Manihot dulcis, es un arbusto de la família de las Euphorbiaceae originario de México y América Central, cultivado desde hace cientos de años para aprovechar sus raíces tuberosas ricas en hidratos de carbono. Fue introducida en África y Asia por los portugueses en la segunda mitad del siglo XVI.

 Mandioca de 4 años de edad, nacida de una semilla procedente del Real Jardín Botánico de Madrid. Su madre madrileña es un arbusto de más de 4 metros de altura con un grosor de tronco de unos 20 cms. Cuando visité este fantástico jardín en el año 2005 en el suelo bajo su copa había miles de semillas desperdigadas.

Hoja palmada de mandioca en forma de mano polidáctila.

Como siempre hago cuando visito un lugar lleno de vida, me traje unas cuantas semillas a Mallorca como recuerdo. Las sembré enseguida en macetas individuales, germinaron a las pocas semanas y hoy tengo tres preciosas mandiocas sembradas en mi jardín que superan los dos metros de altura.

 
 Todas las plantas de la familia de las Euphorbiaceae tienen la savia lechosa. Al romper un tallo la herida exuda un látex blanco muy cáustico que puede producir quemaduras más o menos severas en personas de piel delicada. Como veis mi piel de más de cincuenta años resiste bastante bien la causticidad del látex. Recuerdo que cuando era un niño la savia lechosa de las euforbiáceas me producía irritación, enrojecimiento y picor sin llegar a alcanzar la gravedad de una quemadura cáustica.

Bellísimas flores de mandioca en junio.

Hojas y frutos de Manihot esculenta.

Frutos maduros de mandioca en agosto. Se aprecian bien los tres compartimentos que contienen una semilla en cada uno de ellos. Cuando maduran se abren de una manera explosiva y dispersan las semillas a varios metros de distancia.

Semillas de mandioca, muy parecidas a las del ricino.

Raíces tuberosas de mandioca, adquiridas en un mercado.

Pulpa muy blanca y compacta de mandioca que puede comerse como si fuera patata.

Mandioca y Nízcalos con salsa Ajimorrón.


Para elaborar este plato se pela un tubérculo de mandioca, se trocea y se hierve unos 15 minutos en agua y sal. Aparte se asan los nízcalos muy ligeramente para que conserven todo su sabor y su turgencia. Una vez colocados los ingredientes en el plato se aliñan con salsa Ajimorrón, elaborada a base de aceite de oliva virgen, ajos pelados al gusto, un trozo de pimiento morrón asado y pelado, una molla de pan como espesante, sal y unas gotas de vinagre de Módena.


Esbelto árbol ultramarino, sacerdote del dios Sol

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 Cuando al alba se asoma

la luz sobre las montañas,

el árbol ultramarino,

de imponente copa,

flores anaranjadas,

y ensangrentadas hojas,

levanta los brazos al sol,

hacia el dios del Paraíso,

el que le da la vida.

 

Y como sumo sacerdote

a su culto consagrado

le reza plegarias rituales

cual susurrantes murmullos,

bajo la bóveda del cielo

ornada con nubes blancas

de su inconmensurable templo.



Una brisa que acaricia,

serpentea juguetona

entre ramas de madera

de aquel fantástico ser.


De súbito él se estremece
con tan amoroso abrazo
que le da muy cariñosa
una niña que enternece.

Inclina las hojas abajo,
quiere ver la que lo abraza.
"Pero, ¡qué pequeñita es!"
- exclama con el pensamiento.


Dos invisibles ramas
surgen de su grueso tronco
y envuelven bien amorosas
a una tan dulce humana.

Ella se emociona toda,
casi le saltan las lágrimas
y oye que el árbol le dice:
"¿Querrás volver otro día?
Yo no me moveré de aquí."





La noche de mis encinas de allende Iberia

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Sí, creedme, hermanos,
miedo dan tan negras ellas,
las obstinadas encinas,
con sus oscuras siluetas
de retuertas figuras
cual seres de ultratumba
en el denso aire gris
de un nuevo atardecer
de allende Iberia.

Sus sombras ya no son sombras,
se disuelven, se difuminan
en la negritud creciente
del reino de la luna
de la tierra extrema 
de la dehesa dura
del edénico infierno
de allende Iberia.


Su silencio estremece
el alma atormentada
de los espíritus vagantes,
tantos, tantísimos, tantos
que moran para siempre
cual castigo eterno,
penando por sus pecados
en los pedregales
de allende Iberia.

Almas sin cuerpo,
carne de brisa gélida
de los ancestros,
que buscan con desespero
de la paz el sosiego
en la inmensidad
de aquel frío averno,
sobrio mundo de la avutarda
de allende Iberia.


Inspiro el denso aroma
de mis encinas la madera.
Escucho el silencio 
contundente de las tinieblas,
de la noche  de los grillos,
de los búhos, de las lechuzas,
de los gusanos de luz,
del anciano paraíso
de allende Iberia.

Interminable noche,
reina luna, lunera, luna
que atormentas con tu largura
de pena, el penar penoso
de los espíritus de las abuelas
de las encinas de mis entrañas,
colosos viejos
de mis dehesas
de allende Iberia.

Las esplendorosas bignoniáceas

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La familia de las Bignoniaceae está formada por 650 especies repartidas en 110 géneros de árboles, arbustos, lianas y algunas hierbas ampliamente distribuidas en todo el mundo, especialmente en regiones tropicales, subtropicales y en menor número en zonas templadas. Todas destacan por la gran belleza de sus espléndidas flores. He aquí algunos ejemplos.

Ígneas inflorescencias de Spathodea campanulata, Tulipero del Gabón, como fulgurantes llamaradas de fuego dirigidas hacia el cielo intensamente celeste de la localidad de Tazacorte en la Isla de La Palma. (Recomiendo ampliar las fotos con un doble click)

Reconoced conmigo que la belleza de sus pétalos es insuperable, paradisíaca, de jardín de ensueño, digna de un onírico y maravilloso cuento de hadas, sólo real en la imaginación.

Rojo sangre bordeado de oro, un diseño más hermoso parece imposible de superar.

Como en todas las Bignoniaceae sus flores son hermafroditas con cinco pétalos soldados en su base en forma tubo acampanado o de embudo de colores muy vivos. Su aparato reproductor consiste en un pistilo y cuatro estambres, a excepción de los géneros Catalpa y Pseudocatalpa cuyas flores tienen sólo dos estambres. Los frutos son cápsulas secas con dos valvas más o menos alargadas, con frecuencia en forma de legumbre.

 En esta imagen de una inflorescencia de un Tulipero del Gabón cultivado en una calle de la ciudad tinerfeña de Puerto de la Cruz se ven bien los cuatro estambres acabados en dos anteras divergentes y el pistilo más largo que los estambres acabado en un estigma bilobulado, que en la foto queda parcialmente escondido por el pétalo superior derecho.

Tulipero del Gabón en plena floración a mediados de mayo, embelleciendo una calle del pueblo palmeño de Tazacorte.

Tuliperos del Gabón en una calle de la ciudad de Funchal, capital de la Isla de Madeira.

Visión cercana del Tulipero del Gabón de la foto anterior.

Flores de Spathodea campanulata recortándose a contraluz contra el cielo del atardecer maderense.

Hermosas flores de la norteamericana Catalpa bignonioides, llamada Árbol indio, que embellece los bosques frondosos de Alabama, Florida, Georgia, Luisiana y Misisipi.

La belleza de su diseño es a la vez sencillo y espectacular.

Catalpa bignonioides luciendo una fantástica floración en mayo, cultivada como árbol ornamental en la bellísima ciudad andaluza de Jerez de la Frontera.

Luminosa flor de la americana Tabebuia avellanedae, sinónimo de Handroanthus impetiginosus, llamada Lapacho rosado, distribuida en Centro y Sudamérica, desde México hasta Argentina.

Sus flores tienen la forma tubular típica de todas las bignoniáceas. Los cinco pétalos están cubiertos por una vellosidad aterciopelada.

Joven Lapacho rosado creciendo feliz a pleno sol en un bancal orientado al sudoeste de mi jardín en Mallorca. Procede de una semilla que me mandó un joven uruguayo hace unos siete años, con la ilusión de ver algún día un árbol suyo floreciendo en mi jardín. No recuerdo su nombre, pero desde aquí le doy las gracias. La flor de las dos fotos anteriores es la primera que abrió. El Lapacho rosado, también llamado Ipê roxo do Brasil, a principios de la primavera se cubre de flores rosadas antes de brotar las hojas y su belleza es extraordinaria con su copa rosada recortándose contra el azul del cielo americano.

 
Semillas de Lapacho rosado.

Las cápsulas secas de las Bignoniaceae producen numerosas semillas aladas que son dispersadas con la ayuda del viento como si de Alas Delta se tratase. He aquí algunas semillas de otras especies de Tabebuia:

Semillas de Tabebuia chrysotricha.

Semillas de Tabebuia roseo-alba.

Las espectaculares flores de la Jacaranda mimosifolia se agrupan en inflorescencias que se recortan contra el cielo. Como veréis en la siguiente foto, resulta difícil conseguir una buena imagen de las flores al natural. Su color entre azul y violeta se resiste a ser captado en toda su plenitud con una simple cámara compacta. 

Mi jacaranda de 21 años lleva ya unos cuantos años floreciendo. Nació de una semilla que recogí en la estación del tren de Sóller en Mallorca.

Aquí la tenéis tal como era hace unos 5 años. En la actualidad ha doblado su tamaño.

No dispongo de ninguna foto de semillas de Jacaranda mimosifolia, pero si de Jacaranda cuspidifolia.

A diferencia de las anteriores bignoniáceas, la Incarvillea sinensis, en ingles Cheron pink, tiene un porte herbáceo. Es originaria de China y encierra en sus tejidos un alcaloide monoterpénico llamado Incarvillateina con un efecto analgésico muy superior a la morfina.

Misma flor anterior vista de lado.

Hojas de esta interesante planta asiática, cultivada exitosamente en el magnífico Jardín botánico de Sóller en Mallorca.

Como en todas las bignoniáceas sus frutos son vainas secas en forma de legumbres.

La Campsis grandiflora, llamada trompeta china trepadora, es una liana muy utilizada en jardinería por sus flores espectaculares que guardan un gran parecido con las del Tulipero del Gabón.

Otra liana de jardín con unas flores espectaculares es la Podranea ricasoliana de Sudáfrica, llamada arbusto de Pandora o bignonia rosada.

Otra liana espectacular de la familia de las Bignoniaceae es la Pyrostegia venusta endémica del Brasil.

El famoso Árbol de las Salchichas, Kigelia aethiopica, tantas veces visto en documentales sobre la fauna de la sabana africana, cuyos frutos grandes y alargados son un manjar para los elefantes y las jirafas, logra sobrevivir en un clima subtropical como el de la ciudad de Funchal en la Isla de Madeira.

En esta imagen más cercana podemos ver los frutos en forma de salchichas colgantes.

Detalle de un fruto del árbol de las salchichas que cuelga de un largo pecíolo.

El árbol americano Tecoma stans, llamado trompeta dorada o roble amarillo, produce unas flores de un color dorado intenso. Vive desde el sur de EEUU hasta Argentina. El ejemplar de la imagen procede de una semilla que sembré hace unos 12 años.

Así era el Tecoma stans anterior a los pocos días de nacer.

Fantásticas flores, ¿verdad?

Antes de abrirse los capullos tienen un color rojizo.

Como la mayoría de flores de la Tierra que se abren durante el día, las de las Bignoniaceae son adoradoras del dios Sol. Fijaros como miran a su dios con veneración, como si fueran antenas parabólicas. Saben que sólo así podrán ser vistas por los insectos polinizadores, cuyos ojos son ciegos para los colores que nosotros vemos y las ven en tonalidades ultravioletas, únicamente si los rayos solares inciden sobre sus pétalos.

Visión frontal de una flor de Tecoma stans.

El híbrido conseguido en jardinería por cruzamiento entre Tecoma arequipensis y Tecoma stans, Tecoma x smithii, tiene las flores más bonitas y vistosas que el Tecoma stans. Es un arbusto muy florífero que no supera los cuatro metros de altura. Me lo regaló el dueño de los Viveros Santa María, uno de los mejores de Mallorca.

Flores anteriores vistas de frente. Este arbusto produce flores durante toda la primavera, todo el verano y parte del otoño.


El Paraíso de las Higueras

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Son Mut Nou, el mayor higueral del mundo

He aquí el paraíso, una finca inmensa cuyos confines se pierden en el horizonte con la higuera como reina absoluta, como si de un descomunal templo a cielo abierto a un único ser vivo totémico se tratase, un santuario dedicado en exclusiva a la diosa higuera.

Cada árbol cuenta con un espacio vital enorme, nada menos que 13 x 13 metros entre árbol y árbol, es decir, que sus raíces pueden extenderse a gusto y sin competencia en un área de 169 m2.  Si a ello le añadimos que el hoyo donde está sembrada tiene una profundidad superior a 3 metros entonces se entiende que Son Mut Nou sea un paraíso para estos frutales tan nuestros, tan mediterráneos. Se entiende también que puedan soportar sin inmutarse más de cinco meses sin que caiga del cielo ni una sola gota de lluvia, algo habitual en la mitad sur de la Isla de Mallorca. Adoran al luminoso sol casi cegador que les calienta la savia hasta casi la ebullición. Es su dios, el que les da la vida.

Y he aquí su creador, Montserrat Pons i Boscana, el padre de la criatura, el diseñador del paraíso, un hombre entrañable, afable, cercano, mediterráneo hasta el tuétano, que ama con tal pasión a todas y cada una de sus 1.700 higueras, que al escucharle hablar de ellas es imposible no contagiarse de su entusiasmo. Él las ha sembrado con sus propias manos, las mima, las quiere, las acaricia, les habla palabras bonitas, conoce todo de cada una de ellas, son sus hijas, las niñas de sus ojos. Sólo entre ellas es feliz.

Llegamos a las 17'50 horas bajo un sol abrasador. La casa es toda de piedra en consonancia con la tierra que la rodea. Se integra perfectamente en el entorno. Unos cuantos olivos y pinos carrascos  nos daban sombra.

Los más de 100 visitantes, convocados por la Associació Balear de l'Arbre (ABA) organizadora del evento, nos reunimos bajo un porche orientado hacia el norte para deleitarnos con las apasionadas explicaciones de Montserrat. No le fue fácil resumir en una hora sus vastos conocimientos enciclopédicos sobre el mundo de las higueras. Escucharle fue una verdadera gozada. De su boca fluían cientos de datos históricos, científicos, agronómicos, culinarios y también interesantísimas anécdotas de sus fascinantes viajes por todo el mundo en busca de variedades de higueras. Nos hizo reír, nos hizo emocionar. De no ser tan tarde, pues el sol ya se estaba poniendo, sus explicaciones hubieran podido durar varias horas. Tras aplaudirle salimos a degustar los frutos de su paraíso.

Varios caminos de tierra compactada parten de la casa y se dirigen hacia las distintas secciones de la plantación. La más grande es la dedicada a las higueras mallorquinas y de las demás islas Baleares con 251 variedades. Le sigue la sección de higueras del resto de España con 186 variedades, incluyendo las higueras canarias de origen bereber cultivadas por los guanches antes de su genocidio. A continuación vienen las restantes 439 variedades del resto del mundo, como las portuguesas, las de los países ribereños de la cuenca mediterránea: el Magreb, Malta, Egipto, Israel, Líbano, Turquía, Grecia, Italia y Francia; las de Oriente Medio como las primigenias higueras femeninas, madres genéticas de la famosa higuera de Esmirna, cultivadas por los sumerios diseñadores de los míticos Jardines Colgantes de Babilonia hace más de 11.000 años; higueras del resto de Asia hasta Japón, de donde Montserrat se trajo tres curiosas variedades niponas; higueras norteamericanas como las llevadas allí hace 500 años por los misioneros mallorquines como Fray Junípero Serra, especialmente a California, Nuevo México y Texas; las sudamericanas de Argentina, Chile y Perú con un clima parecido al mediterráneo y finalmente la nueva sección de especies de Ficus distintas a nuestro Ficus carica, casi todas ellas tropicales. En total suman la alucinante cantidad de 834 variedades distintas de higueras con higos comestibles más 42 variedades de Ficus tropicales con frutos no palatables.

Se acercaba la puesta del sol y las higueras captaban sus últimos rayos para realizar la fotosíntesis y enriquecer con azúcares sus deliciosos frutos.

Todo el higueral es perfectamente accesible para el tractor y el coche todoterreno de Montserrat.

Nos mostró en primer lugar sus jóvenes Ficus exóticos.

Este Ficus coriacea fue a buscarlo a la India el año pasado. Se ve que le gusta Mallorca, pues crece con un vigor inusitado. Sus hojas son rasposas al tacto como papel de lija.

El dia anterior a la visita Montserrat me abrió un chat privado en Facebook para decirme que no tenía la variedad norteamericana White Texas Everbearing de la que yo le había hablado hacía dos semanas y que le interesaba mucho conseguirla. Nada más llegar al higueral le regalé una pequeña estaca enraizada de sólo 19 días, desgajada de mi joven higuera texana que me mandó un gran aficionado a las higueras de Alburquerque (Nuevo México). La había sembrado para él pensando en regalársela en la visita. Montserrat la miraba encantado tan pequeñita ella. Será la variedad número 835 de las higueras de frutos comestibles y la número 877 del total de su colección.

Me hace mucha ilusión verla algún día ya convertida en un árbol cargado de higos blancos de alguna de sus tres cosechas. "Everbearing" significa que fructifica todo el año.

Os debo confesar que fui muy malo y le pedí a Montserrat a ver si me podía dar una ramita de una higuera turca de frutos enormes que me tiene obsesionado desde hace años por ser del tipo Esmirna, con flores femeninas perfectas no partenocárpicas.  Enseguida supo de cual le estaba hablando, la Bursa Black, una de las higueras más cultivadas en Turquía y me concedió el deseo encantado. Tras recortarle las hojas dejando el pecíolo para que no se deshidratase la envolví en una bolsa de plástico, mojándola posteriormente con un poco de agua de un botellín que llevaba en mi coche. Pasó toda la noche en el garaje a una temperatura fresca y estable y a la mañana siguiente bien temprano me la llevé a mi huerto-jardín.

La dividí en dos trozos para aumentar al doble las posibilidades de que me agarrase al menos una de ellas y embadurné las heridas de sus extremos con mástic de injertar para evitar su deshidratación y el ataque de hongos, ya que este mástic contiene fungicidas.

Ápices de las dos estacas.

 Extremos inferiores embadurnados.

Y aquí las tenéis ya sembradas en tierra vegetal tipo Composana que siempre me ha dado excelentes resultados. Les dejo los pecíolos de los hojas sin cortar, pues las estaquitas, mientras hacen un esfuerzo titánico para mantenerse vivas y echar raíces, reabsorben el agua y los nutrientes de los mismos. En cuanto empiezan a apuntar las primeras raicillas, los pecíolos se caen ya secos, dejando una herida bien verde en la estaquita. Su misión ha terminado. Esto ocurre normalmente a los 8 o 10 días. Si el proyecto de higuera no consigue sobrevivir, los pecíolos secos se quedan pegados a la estaca y si se fuerza su caída dejan una herida marrón, señal inequívoca de fracaso. ¡Deseadme suerte, amigos!

Teníamos que darnos prisa. El sol ya se estaba escondiendo en el horizonte.

Siguiendo a Montserrat poco a poco nos fuimos desperdigando y aconsejados por él probamos los frutos de sus higueras.

Entre el centenar largo de visitantes había muchos turistas alemanes. Aunque no entendían las explicaciones de Montserrat, las intuían observando sus gestos y mirándole a los ojos. Para ellos era algo extraordinario poder coger un higo del árbol con su propia mano y comérselo tal cual. Muchos de ellos seguramente sólo conocían las brevas e higos importados desde Turquía vendidos en los asépticos mercados teutones. A Montserrat le indigna, le hace hervir la sangre, el desprecio de los restaurantes y hoteles de Mallorca que jamás sirven higos a sus clientes, ya sean frescos como postre o bien elaborados en primeros o segundos platos. Los mallorquines y el resto de españoles en general debemos cambiar el chip de menosprecio hacia este fruto maravilloso hijo de nuestro cálido sol mediterráneo. Los higos no son fruta de pobres ni sirven sólo para engordar cerdos. Son un verdadero manjar de dioses, una delicatessen.

El permacultor Julio Cantos escuchaba fascinado las explicaciones de Montserrat.

Los alemanes alucinaban y no paraban de hacer fotos para llevárselas como recuerdo. Allí, en su frío y siempre nublado país nórdico, se las enseñarán a sus amigos en sus cálidos hogares y el año que viene todos desearán venir de vacaciones a Mallorca para ver con sus propios ojos este paraíso totémico calentado e iluminado por nuestro maravilloso sol.

Si, amigos, las higueras adoran a su dios. Necesitan su calor para madurar sus frutos. Los higos de la imagen son de la variedad llamada "Morisca" de origen norteafricano.

Sus frutos tienen un color vinoso muy bonito.

Su pulpa parece poco apetecible pero una vez en la boca resulta tener un sabor y un bouquet extraordinarios.

Los higos no se tienen que pelar, deben comerse enteros tal cual, pues bajo su piel se concentran numerosas vitaminas y antioxidantes que nos llenan de salud y longevidad. No debemos desperdiciar absurdamente este pequeño cóctel de vida que nos regalan nuestras higueras. Montserrat nos explicó que de un higo sólo se debe eliminar el pecíolo y el ostíolo, donde, sobretodo en los frutos algo verdosos, se concentra la savia lechosa que puede irritar la mucosa de la boca en las personas sensibles. Yo os tengo que confesar que me lo como todo, salvo el pecíolo, tal como me lo enseñaron mis abuelos cuando iba con ellos a coger brevas, montados los tres en el carrito tirado por Margarita, una entrañable burrita de raza mallorquina que llevo en el alma. Con ellas mi abuela paterna, que yo adoraba, llenaba varios canastos acolchados con hojas de las mismas higueras que luego vendíamos a un mercader del pueblo a última hora de la tarde. Pocas horas después, a las cinco de la madrugada, este hombre las llevaba al mercado del Olivar de Palma de Mallorca y en un par de horas las vendía todas. Se podría decir que los palmesanos se las quitaban de las manos.

Mis amigos Pere y Catalina, con la ayuda de un "ganxo" para alcanzar los frutos de las ramas más altas, se pusieron las botas probando higos. El que nos muestra Pere es de la variedad "Rotjisca".

Tiene una piel muy gruesa, tierna y jugosa y un sabor exquisito.

Montserrat nos recomendó probarla mostrándonos su pulpa.

El pericarpio de los higos de la variedad Rotjisca tiene un llamativo color amarillo anaranjado.

En su punto álgido de maduración adquiere tintes rojizos, de ahí su nombre mallorquín que significa rojiza. Esta variedad estaba a punto de extinguirse, como tantas otras en Mallorca y Montserrat la buscó y rescató para que no se pierda para siempre.

 Una variedad de higo con un agrietado espectacular en su pericarpio, como si estuviera envuelto en una telaraña, es la llamada "Coll de Dama de Ciutat". Hasta hace unos 40 años la capital de la Isla de Mallorca para los propios mallorquines no era conocida como Palma, sino simplemente como Ciutat. Íbamos a Ciutat, nunca nos referíamos a ella como Palma. Esta forma de llamarla es una reminiscencia que permaneció en el alma de los habitantes de la isla, descendientes todos nosotros de una esquizofrénica hibridación entre genocidas y masacrados, pues llevamos mezclados en nuestro genoma los genes de los 3.000 moros mallorquines, que quedaron como esclavos en su propia isla tras la conquista-genocidio, que con el tiempo se fueron mestizando con los corsarios invasores catalano-aragoneses. Los moros la llamaban Madina Mayurka (Ciudad de Mallorca) y de ahí que durante más de 700 años siguiera llamándose simplemente Ciutat de Mallorca. De hecho Jaime I de Aragón en las crónicas de la conquista la llamó Ciutat de Mallorques. Fue un Virrey castellano impuesto desde Madrid hace unos siglos quien le cambió el nombre por Palma, al hacerse un lío confundiendo las Islas Baleares con las Islas Canarias. Así pues esta variedad de higo lleva el nombre antiguo de la capital mallorquina.

La jugosa pulpa del higo "Coll de Dama de Ciutat" tiene un aspecto tan apetitoso que no puedes resistir la tentación de metértelo en la boca y saborear, gozar, deleitarte de su extraordinario sabor, frescura, dulzor y aroma, que estimulan la secreción de endorfinas a chorro en las neuronas de nuestro encéfalo, llenando de bienestar y felicidad nuestras vidas. Si, amigos, saborear un simple higo y percibir su exquisito bouquet en la parte posterior de nuestra nariz al aplastar su pulpa en nuestra boca nos llena de placer. Es como un diminuto orgasmo gustativo-olfativo.

La mano que sostenía el fantástico higo reticulado de las dos fotos anteriores es de Llorenç, gran amigo y admirador de Montserrat, que como él siente pasión por las higueras.

Este higo con una gotita de miel saliendo de su ostíolo es de la variedad llamada "Del sen Jaume Gran". En la salada lengua propia de las Islas Baleares, la forma más antigua y pura del catalán, que nosotros hemos conservado con orgullo y obstinación casi sin cambios durante 800 años,  la antiquísima palabra "SEN" significa anciano venerable, del latín SENIOR. La traducción sería pues higuera "Del venerable anciano Jaime Grande". Otra palabra típicamente balear es "SON", como en el nombre de la finca de Montserrat, Son Mut Nou o del mismo aeropuerto de Palma de Mallorca, Son Sant Joan, que procede de la fusión de ÇO (açò), que significa eso y el antiguo artículo personal EN que precede al nombre en los varones (en las mujeres es NA) y significa Don o Señor. Así pues ÇO+EN = ÇON, que se escribe SON. El nombre del higueral se podría traducir literalmente por "Eso del Señor Mudo Nuevo" o bien "Lo del Señor Mudo Nuevo" y en un lenguaje más actual y lógico "La propiedad nueva del Señor Mudo". Nosotros resumimos este nombre tan largo en tres simples y cómodos monosílabos, Son Mut Nou.

 La pulpa de esta variedad tiene un color rojo intenso y recuerda a la carne picada de vacuno. Tiene un sabor exquisito.

Este fantástico higo "clivellat" (agrietado) es de la variedad llamada "Victòria".

Su pulpa ya no puede ser más apetitosa. En la boca se convierte en una delicatessen, un maravilloso manjar de dioses. Su dulzor y su textura son extraordinarios.

Xavier se dio un atracón, disfrutó como un enano, a pesar de su altura.

Mirad su cara de satisfacción mostrándonos un higo de la variedad llamada "De la Senyora". En la Mallorca de hasta hace medio siglo los señores o dueños de las grandes fincas no vivían en el campo, estaba mal visto, para ser respetables forzosamente debían vivir en la capital, en Palma. Es por este motivo que unas cuantas variedades de higos llevan el nombre "De la Señora", ya que el payés encargado de la propiedad, al que llamaban "amo" para diferenciarlo del "señor" que era el verdadero propietario, varias veces al año se desplazaba hasta la capital con un cesto lleno de brevas o higos, los mejores de la finca, como regalo o pago a su señora.

También esta variedad tiene el pericarpio agrietado. Montserrat nos dijo que esta característica es típica de la mayoría de higos mallorquines.

Fantástica su pulpa, ¿verdad? Parece decirnos ¡cómeme, que estoy muy rica!

Mis amigos Matilde y Jaume también se dieron un atracón. Aquí les vemos mostrando dos hermosos higos de la variedad mallorquina "Martinenca".

¡Mirad la felicidad de Matilde! En Valencia, su tierra natal, como en todas las regiones que hace siglos estuvieron habitadas por musulmanes, también adoran a las higueras.

Los higos de la variedad Martinenca suelen presentar un pericarpio reticulado en su punto óptimo de maduración. Al de la imagen le faltaban un par de días, de ahí que todavía no estuviera agrietado.

Mirad qué color más bonito.

Este otro higo Martinenca mostrado por Montserrat estaba ya bien maduro

Su pulpa se ha enriquecido en azúcares y aromas bajo el sol radiante de Son Mut Nou y se ha convertido en un delicioso bombón. La variedad Martinenca, según nos cuenta Montserrat en su fantástico libro "Las Higueras en las Islas Baleares", es la más antigua documentada en Mallorca, pues está citada en un contrato de compra-venta datado en el año 1256.

Y para terminar aquí tenéis una mutante, una rareza genética, un tesoro único que encontró Montserrat en el pueblo mallorquín de Sant Llorenç des Cardassar y lo recuperó en su finca para que no se extinguiese, la llamada "Bordissot Negra Rimada". Es posible que proceda de una mutación en el meristema de crecimiento de la yema apical de una estaca de "Bordissot Negra" (en Valencia la llaman Burjassot Negra) que alguien sembró esperando que diera higos negros y se llevó una sorpresa al ver que los daba "rimats" (con bandas de distintos colores).

Mirad que preciosidad de higos. Al madurar pierden parcialmente las bandas.

Montserrat nos hizo fijar en una característica típica de todos los higos Bordissot, la gotita de miel que rezuma por el ostíolo cuando el higo está en su punto óptimo de maduración.

Nuevamente llaman la atención las profundas grietas (clivells) que cuartean la piel de la mayoría de higos de las Islas Baleares.

¡Qué apetitosa golosina!, ¿verdad?

Venga, corred, que todavía estáis a tiempo de saborear esta extraordinaria fruta adoradora del dios Sol. Volad hasta Mallorca y visitad el Paraíso de las Higueras, el mayor higueral del mundo. Os aseguro que vale la pena. Dejará en vuestra memoria un recuerdo indeleble que os hará segregar saliva y endorfinas de felicidad cada vez que lo recordéis.



Hermana encina, hermana humana.

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La sembró Robustiano de una bellota dulce el mismo día en que su esposa Matilde le anunció que estaba embarazada de su primer hijo. Permaneció bajo tierra todo el otoño e invierno y, cuando el feto se dio la vuelta en el abultado vientre de su madre y se colocó cabeza abajo en el canal del parto, su larga raíz pivotante empezó a ramificarse y a absorber agua y minerales y el botón germinal despertó de su letargo y se alargó hacia arriba perforando la tierra extremeña buscando la luz.


El día en que Matilde echó al mundo a la pequeña Eufrasia tras un largo, penoso y doloroso parto, la diminuta encina abrió su primera hoja y la encaró hacia los rayos del sol. Robustiano se acordó de ella, fue al lugar donde la había sembrado y le saltaron las lágrimas por la emoción al verla ya nacida. Con el corazón henchido de felicidad fue en busca de un cubo de agua y la regó amoroso susurrándole palabras llenas de ternura: "¡Qué bonita eres, encinita mía, tanto como mi niña! Te llamaré Heliodora, porque eres hija del sol. Un día Eufrasia se cobijará bajo tu sombra y comerá tus bellotas, porque las darás dulces, ¿verdad?"

Con sólo unos meses una mañana Robustiano cogió a su niña en brazos, después de que ésta llenase a rebosar su estómago con la nutritiva leche de su madre y se la llevó a la dehesa que había heredado de su padre por un estrecho sendero que serpenteaba entre vetustos castaños. El hombre estaba tan emocionado mirando la carita de Eufrasia iluminada por los intensos rayos del sol naciente que no vio una roca que sobresalía medio palmo por encima de la tierra y tropezó. Justo cuando iba a caerse de bruces con la niña en brazos una fuerza invisible tiró de él por la espalda y evitó su caída. A Robustiano se le aceleró el corazón alocadamente en su pecho y sintió un escalofrío que le recorrió todo el espinazo. "La Providencia protege a mi niña", - pensó.

La pequeña Heliodora medía ya un palmo y lucía una docena de hojas espinosas de un intenso color verde oscuro. Ya no podía ser más bonita. Robustiano se sentó en el suelo junto a ella con su niña en brazos y las presentó. "Mira, Eufrasia, tesorito mío, ésta es Heliodora, tu encina." La pequeña alargó su manita y quiso tocarla, pero una espina traicionera de la hoja apical le pinchó en un dedo, sintió un dolor muy vivo y estalló en un fragoroso llanto. Robustiano reía y lloraba a la vez intentando consolarla y se la comía a besos, saboreando en sus labios la sal de los dos regueros de lágrimas que brotaban de los ojos de su niña.

Pasaron los años y un caluroso día de verano Eufrasia se atrevió a ir sola a ver a su encina. En una cestita llevaba una botella llena de agua para regar sus sedientas raíces. Heliodora medía ya un metro de altura y estaba preciosa. Robustiano la había protegido del famélico hocico de los venados, las ovejas y las cabras con una espinosa tela metálica. La niña tendría unos ocho años. Había aprendido de su padre a hablarle palabras bonitas a su encina. "Heliodora, hermanita mía, tienes mucha sed, ¿verdad? Toma, bebe este agüita tan buena que te he traído. Espero con ansia que te hagas muy alta y frondosa para cobijarme bajo tu sombra." Desde aquel día Eufrasia adoptó la costumbre de acudir casi a diario a ver a su encina recorriendo el largo y tortuoso sendero del castañar. Siempre le llevaba un regalo: en primavera y verano una botellita de agua fresca y en otoño e invierno un puñado de estiércol de oveja que repartía alrededor de la base de su tallo, como si le diera una golosina.

Con tanto amor Heliodora creció sana, fuerte y vigorosa y al cabo de unos años su copa se extendió en anchura y Eufrasia ya pudo por fin cobijarse bajo su sombra. La niña también había crecido y una mañana, estando sentada a los pies de su encina con la espalda apoyada en su tronco, sintió una desconocida humedad cálida en su naturaleza de adolescente y unas gotas de su primera sangre menstrual regaron y abonaron las raíces de Heliodora. Eufrasia se llevó la mano ahí abajo, se la miró luego y al verla ensangrentada se asustó. Quiso levantarse para correr a decírselo a su madre pero no pudo. Fue entonces cuando escuchó por primera vez la profunda voz ronca de su encina: "No te asustes, hermanita mía, no te pasa nada malo, es sólo que hoy te has hecho mujer. Mira, yo también ya soy adulta, estoy madurando mis primeras bellotas para ti."


Unos meses después, a principios de otoño, el día en que se cumplía el decimoquinto aniversario en que Eufrasia fue engendrada en el vientre de su madre, la niña-mujer acudió a ver a su amada encina, le regaló como siempre hacía varios puñados de nutritivo estiércol de oveja y entonces escuchó por segunda vez en su mente la ronca voz de madera de Heliodora. "Gracias por esta golosina, hermanita mía. Yo también tengo un regalo para ti. Levanta la cabeza y en uno de mis brotes verás mis tres primeras bellotas. Ya están maduras y son tan dulces como tu alma. Cógelas. Son mi regalo. Dale una a tu padre que me sembró, otra a tu madre que te parió y me dio una hermana humana y la tercera cómetela tú. Espero que os gusten."



Encina de Raixa, colosal perla negra de Mallorca

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Una venerable encina de bellotas dulces, tal vez una de las más ancianas, imponentes y bellas de Mallorca, está rodeada de escombros y basura, totalmente olvidada y denostada por la administración que debería velar por ella. Se trata de un árbol gigantesco ubicado en la finca pública de Raixa que fue adquirida con los impuestos de todos los españoles: el 66'66% de la Fundación Parques Naturales y el 33'33% restante del Consell de Mallorca. Crece sobre la pared orientada hacia el este-sudeste que bordea un torrente que atraviesa la finca y que lleva su mismo nombre, Torrent de Raixa.

Cara norte de la encina vista a contraluz. La fotografía está hecha desde el lecho del torrente. La belleza de este árbol venerable es espectacular.

Vista desde el otro lado se aprecia su ligera inclinación hacia el norte, tal vez debido al fuerte viento del sudeste que suele soplar en Mallorca desde el desierto del Sahara, el llamado Xaloc o Sirocco.

Su ramificación impresiona por su asimétrico equilibrio que compensa el peso de la rama casi horizontal que se ve a la derecha.

Al levantar la vista uno no puede sino maravillarse ante la belleza de este fantástico ser de cuento de hadas.

 Estas dos ramas crecen casi verticales en una cerrada bifurcación.

Otra hermosa vista de su estructura.

Mi amigo Llorenç posando junto al imponente árbol.

Un servidor haciendo lo mismo. En el suelo a la derecha se pueden ver tablones medio podridos, ruedas de carro antiguo, plásticos, etc... ¡Cuánto desprecio hacia este bellísimo árbol tres o cuatro veces centenario!

 El tronco es inmenso y muy sano, ramificado a un metro y medio del suelo. Llama poderosamente la atención el engrosamiento que se corresponde con un injerto, realizado tal vez hace 300 ó 400 años por un campesino mallorquín con una púa de encina de bellotas dulces. El pie o patrón era una encina silvestre de bellotas amargas nacida sobre la pared del torrente. El método tradicionalmente utilizado desde la antigüedad en Mallorca para injertar las encinas es el de Hendidura plena doble, rodeando el injerto con una especie de cucurucho a modo de maceta y llenándolo luego con tierra tamizada hasta cubrir las dos púas o estacas. Durante varios meses se debe regar la tierra para mantenerla húmeda evitando así que las púas se sequen, mientras se va formando la unión de los tejidos del injerto y el patrón. Cuando brotan las yemas de las púas, atraviesan la tierra como si fueran semillas que germinan y esto significa que el injerto ha agarrado.

 En el lado que mira al interior del torrente se ve parte de su sistema radicular.

 Desde la base del tronco hasta la línea inferior del engrosamiento del injerto hay 85 centímetros.

Se aprecia claramente la distinta orientación de las estrías de la corteza.

Las estrías del patrón son verticales, mientras que las del injerto son horizontales o ligeramente inclinadas.

Llorenç midiendo el perímetro o circunferencia del tronco por debajo del injerto que dio un valor de 430 centímetros, es decir, 4'3 metros. El perímetro justo por encima de la parte más ancha del engrosamiento del injerto midió 520 centímetros, o sea, 5'2 metros.

Y aquí me tenéis a mí haciendo los deberes para calcular el diámetro de este ser extraordinario. Según la fórmula matemática  d = c/π el diámetro es igual a la circunferencia dividida por el número π. Así pues:

---Diámetro del tronco medido justo por debajo de la línea inferior del engrosamiento del injerto:
 d = 430/3'1416 = 136'88 centímetros = 1'3688 metros.

---Diámetro máximo medido por encima de la parte más ancha del engrosamiento del injerto:
d = 520/3'1416 = 165'52 centímetros = 1'6552 metros.


Nido de paloma torcaz en lo alto de la copa. Lo vio Llorenç con su excelente vista cuando ya nos íbamos.

Esperemos que algún dia la administración la descubra y la trate con el respeto que se merece.




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