Cuando al alba se asoma
la luz sobre las montañas,
el árbol ultramarino,
de imponente copa,
flores anaranjadas,
y ensangrentadas hojas,
levanta los brazos al sol,
hacia el dios del Paraíso,
el que le da la vida.
la luz sobre las montañas,
el árbol ultramarino,
de imponente copa,
flores anaranjadas,
y ensangrentadas hojas,
levanta los brazos al sol,
hacia el dios del Paraíso,
el que le da la vida.
Y como sumo sacerdote
a su culto consagrado
le reza plegarias rituales
cual susurrantes murmullos,
bajo la bóveda del cielo
ornada con nubes blancas
de su inconmensurable templo.
Una brisa que acaricia,
serpentea juguetona
entre ramas de madera
de aquel fantástico ser.
De súbito él se estremece
con tan amoroso abrazo
que le da muy cariñosa
una niña que enternece.
Inclina las hojas abajo,
quiere ver la que lo abraza.
"Pero, ¡qué pequeñita es!"
- exclama con el pensamiento.
Dos invisibles ramas
surgen de su grueso tronco
y envuelven bien amorosas
a una tan dulce humana.
Ella se emociona toda,
casi le saltan las lágrimas
y oye que el árbol le dice:
"¿Querrás volver otro día?
Yo no me moveré de aquí."