Mora mallorquina, esclava del rey
No, no fuiste tú,
rugoso acebuche,
más viejo que la historia
quien le rompió el alma
en pedazos mil.
quien le rompió el alma
en pedazos mil.
Tampoco fuiste tú,
áspero espino,
atalaya de búhos,
quien mató su alegría
cual verdugo cruel.
quien mató su alegría
cual verdugo cruel.
No, ni tú tampoco,
oh viejo algarrobo,
hijo de Oriente,
cegaste los ojos
de su noche eterna.
Ni tú, imponente pino,
rey del horizonte,
sacerdote del sol,
llenaste de lágrimas
sus ojos de ayer.
llenaste de lágrimas
sus ojos de ayer.
Oh, venerable encina,
no, tu no pudiste
descuartizar carnicera,
cual despiadada fiera,
la ilusión de su pecho.
la ilusión de su pecho.
No sufras, aladierno,
señor del sotobosque,
fosco matorral,
no enturbiaste su vida
con tristes velos de tul.
con tristes velos de tul.
No fue la higuera,
hembra tan fecunda,
tan humilde ella,
quien encadenó sus manos
aquel amanecer.
Desventurada tú,
quien encadenó sus manos
aquel amanecer.
Desventurada tú,
oh mora Salema,
de Almallutx nativa,
la más bella doncella
de todo el Al-Ándalus.
El sol te miraba
la más bella doncella
de todo el Al-Ándalus.
El sol te miraba
con cara de angustia,
y te acompañaba
aquel día de infamia
por senda tan ardua.
La esclava del rey,
aquel día de infamia
por senda tan ardua.
La esclava del rey,
la perla, la joya,
la más cara gema
para su desgracia
de todo el botín.
Te llamaron María
de todo el botín.
Te llamaron María
en forzoso bautismo
los ruines corsarios
los ruines corsarios
y el fraile pirata
antes de partir.
antes de partir.
En nave de guerra
hacia Zaragoza,
en los pies cadenas
y en los ojos lágrimas.
¡Adiós, Mayurqueta!
A día de hoy
nadie te recuerda,
ya van ocho siglos
y tus nietos bastardos
se cuentan por miles.
y tus nietos bastardos
se cuentan por miles.