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Channel: Sangrando en verde
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El Rabiche y la Turqué

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¡Grande es la esperanza
del hijo del volcán,
de la oscura lava
y la blanca espuma
del embravecido mar!

Vuela raudo entre las ramas,
tupidas, sombrías, calmas,
laurisilva de sus padres,
allá, allende los mares,
entre tiles, barbusanos, 
madroños y garoés,
viñátigos y mocanes.

¡Cuán grande es la alegría
que anida en su joven alma!
Él no sabe que es el último.

Nació de un huevo, el único
que la gran reina rabiche,
venerable soberana,
parió sobre la hojarasca.

¡Cuán grande va a ser su pena,
su soledad, el dolor de su vida huera!
Él no sabe que es el último.



Recorre su vasto reino
en su silencioso vuelo,
en ilusionada búsqueda,
de una princesa azul,
de la selva la más bella.

Posado sobre un viejo til,
con sus ojos de sangre
y su plumaje añil, 
refulge cual un topacio
bajo los cálidos rayos 
del sol canario naciente.

¡Oh, cuán grande es la ilusión
que anida en su corazón!
Él no sabe que es el último.

Hincha su buche, zurea, canta,
y a los cuatro vientos lanza,
su cortejo de esperanza.
Entonces atiende, escucha,
mira a derecha, a izquierda,
silencio, sólo la brisa,
no hay respuesta a su llamada. 


Pasan lunas y más lunas,
sigue solo en la gran selva.
Él no sabe que es el último.

Ya el palomo es más que adulto.
Su corazón se entristece
y su zureo rabiche
pierde brillo, languidece.

¿Es que no hay nadie en la isla?
Se pregunta una y mil veces.
Él no sabe que es el último.

De pronto algo se mueve.
Es la paloma turqué,
la solterona del bosque,
ella también languidece.
Se lo dijo el viejo mirlo:
"Estás sola en este mundo.
No vas a encontrar marido."


El rabiche se la mira
y la turqué se estremece.
"No es de mi casta, ¿y qué?
Yo soltera no me quedo."

Él una fruta le ofrece
y en el pico se la pone.
Ella encantada la coge 
y enseguida se la traga.
¡Uhm, qué rica le sabe!  

Ya son pareja,  ya vibran
sus corazones felices.
Hablan idiomas distintos. 
Mas no precisan zureos,
con la mirada se entienden.

Él quiere anidar en el suelo
y ella en elevadas ramas.
"¿Cómo lo hacemos, dime?"
- le pregunta el rabiche
sólo con la mirada. 
"Los huevos los pongo yo, 
así que donde yo quiera"
-le contesta con los gestos
la enardecida turqué.

Pasan lunas y más lunas,
ya la selva está poblada.
Numerosos descendientes
más que zurear chapurran,
ni sus padres les entienden.
No son turqué ni rabiche
y el mirlo muy socarrón
les llama rabiturché.




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