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Channel: Sangrando en verde
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Y al final de mi camino estará ella....siempre

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El anciano y su amada encina


Sí, ya llego, puedo llegar, debo hacerlo
hasta el regazo de su cuerpo inmenso.
Arrastro mis pies en un último esfuerzo,
mi corazón desfallece,
jadeo y un sudor frío humedece
la arrugada piel de mi frente.

La veo, pero no la veo,
mis ojos están nublados por el tiempo,
¡han pasado tantos años!,
sé que está allí, la siento,
aquella mole negra es ella, su silueta,
la reconozco, estoy seguro,
huelo su aliento fresco de hojarasca buena.

Mi mano temblorosa de descarnados dedos
manosea el aire desesperada, la busca,
y en mi mente sólo un pensamiento,
debo llegar, ya llego a tocar por fin la rugosa piel
de mi amada encina, mi mejor amiga,
el dulce refugio de mi tristeza.

La toco, la acaricio, es ella, no hay duda,
mi corazón late enloquecido en mi pecho
en su última taquicardia de emoción, la última.
Ella también se emociona y su alma se estremece
cuando le susurro a su oido de madera
pensamientos bonitos sin palabras.



Su savia corre loca de alegría
al saberse tan querida y sube, sube,
hacia arriba, hacia el sol que le da la vida.

La abrazo con ternura y ella inclina
hacia mí sus dulces ojos verdes
y me mira, cándida, noble, pura
en mi pequeñez desde su altura.
Sabe que la quiero y me sonríe,
como sólo una anciana madre sabe hacerlo.

Alarga hacia mi
su invisible mano de energía
y acaricia mi calva con dulzura.
Me estremezco, me emociono,
mis viejos ojos de pestañas canas
lloran lágrimas de gratitud y despedida
y en mi mente escucho
su voz ronca que sin palabras me dice:
"mi niño, mi ancianito niño,
¡cuántos años queriéndonos, ¿verdad?!"

Cierro los ojos y siento como me arrulla
entre sus retorcidos brazos de madre centenaria.
Quiero quedarme en su regazo para siempre,
pues ella, sólo ella me ha querido
y en su inmensa bondad ha comprendido
 mi triste soledad atormentada.

Adiós, madre encina, adiós, ha llegado mi hora,
debo irme, acaba aquí mi camino, junto a tí,
bajo tu sombra, sobre la mullida cama
de tus hojas muertas.
Ya muero...

Duerme, mi niño, duerme para siempre en mi regazo.
Yo, tu madre encina, velaré tu sueño eterno
y mis hojas mecidas por los vientos
te cantarán una nana cual susurro,
hasta el fin de mi camino.



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